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31 de diciembre de 2011

Las almas morenas

Como cuando bogaba en las tinieblas -el ahora llamado cosmos- y siempre sentía, despacio -y descomunal-, las quijadas de tus ojos cuando prendíamos las velas.

¿Te acuerdas que era así? No, era más sencillo: era imaginarlo imposible y exagerarlo, luego degustarlo más. ¿Sería, quizá, que la utopía nos estimulaba?

Luego el humo, los éteres, el vacío de la carne -que se nos despellejaba-.

ME ESTOY ADELANTANDO, perdón, quiero explicártelo bien:

I.- Éramos tan jóvenes -y estábamos tan solos-. Jugábamos con el diablo, se nos hacía fuego y lo apagábamos con la boca. Un día te asustó su risa y a mí me asustaste tú, entonces, mejor, inventamos otro juego... -Los jesucristos de tu casa dejaron de mirarnos feo-

II.- ...que era psicodélico, que tenía muchos colores. La negrura de la ropa se nos fue cayendo. Fuimos adquiriendo entidad: la incierta. Eran otros tiempos en donde las sombras eran blancas e hinchadas y levitaban por el cielo. Era una costra -relamida- que no nos dejaba ver un mundo real, pues no era tan bonito.

III.- El agua cambio de actitud, ahora era agria y nos emborrachaba. Fumábamos, jugábamos a hacer figuras que siempre tenían forma -era fácil: siempre eran espectros de tu vos-. La noche ya no era un poso de penumbras, era la libertad de los excesos.

Ahora el diablo juega con nosotros, y es buena la empatía, simulamos no conocerlo. Poco a poco tu nombre se pierde como la luz de una playa oscura; vamos alcanzando al tiempo que se nos resquebraja por dentro y no nos duele.

--Nos vamos por ese caudal que quién sabe a dónde irá a parar

Diablos Muertos

13 de diciembre de 2011

Breve espacio infinito

Vemos al cielo. Es decir:
Lo ves y yo también.

Nos mira, Silvia. Ese ojo plateado -que tu decides llamar Luna-, nos mira.
Hilos invisibles brotan de tu boca y corren a anudar mi oído -anidan adentro- y nos escuchan los diablos transparentes que corretean al frío: el viento de la noche.

Se infla tu pecho. Se pincha desde tu boca y fluye de golpe. A ese viento quebrado tú lo llamas suspiro, es el soplido de la noche -son los diablos que te digo-.


Eres sólo tú, Silvia. Eres la noche, eres el frío.

Vamos al cielo. Es decir:
Vas -te miro- y yo también.

Omar Tiscareño

3 de diciembre de 2011

Los ojos y el sueño

-no, tonta, cuando sueñas no usas los ojos.
-sí, porque te veo, y hay tiempo, hay forma; la luz se me impacta y esas cosas
-pero sigue siendo un sueño, se forman en la cabeza, o en la mente; es más: quién sabe dónde
-no, no allá, sino aquí y ahora, fuera de ese coda metafísico; como si tú y yo fueramos inexistentes, como si ya lograramos lo fantástico.