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29 de diciembre de 2015

Respuestas tan obvias

Entonces el bibliotecario decía tener el conocimiento casi absoluto porque ya había leído todo lo escrito y porque había presenciado los momentos más insólitos de está nuestra época. Lo miré al rostro, tenía un ojo agigantado por donde se le colaba el mundo. Aproveché la situación y le pregunté las cosas más agobiantes que desde hace noches incomodaban otros de mis sueños:


Señor bibliotecario, ¿es cierto que los cuentos de Hurtado se escribieron a partir de las vivencias, las emociones y la vida íntima de sus compañeros de viaje; y que destacaron porque la mayoría de ellos eran plágios de sus contemporáneos menos afortunados?

También  dígame, señor bibliotecario, ¿es cierto que Pérez se masturba antes de escribir sus poemas y después, cuando llora por la vergüenza de haberse hecho eso, canaliza su petetismo en sus versos; y que la mayoría de ellos los escribe con la mano izquierda porque vuelve a ocupar su mano derecha para reforzar su poética?

Y por favor, señor bibliotecario, ¿es verdad que las mujeres de Quevedo, el nuevo, se quedan dormidas cuando su pareja les intenta hacer el amor o cuando les habla de su nueva novela?

El bibliotecario me miró, su gran ojo volvía desde mi cabeza hasta mis pies, arrastrándome con su petulancia. Luego giró su cuerpo y se retiró, las respuestas eran tan obvias que no había necesidad de decir nada más.


Omar Tiscareño

1 de diciembre de 2015

O si hubiera recogido esos brazos del basurero y los hubiera atado a mi cintura, o si Mónica me hubiera regresado esa llamada y me hubiera informado que ya no era ella, que se mudó de cuerpo, tal vez habría sido feliz y podría salir de nuevo a tolerar al mundo. Pudo ser, ya no lo sabré jamás.

Y es que siempre estoy confundido, y me cansa mucho pensar las cosas. Estoy tan cansado y tan aburrido de llevarme a cuestas; de tirarme de todos los precipicios que encuentro a la vuelta de la esquina; de ajar mi cuerpo por las noches para que alguien, cuando lo muerda, se asquee y me escupa.

A veces, ya no quisiera llevarme por debajo de la piel.