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2 de junio de 2016

Nadé en una cueva de nada

Me alegran los nuevos gestos, las nuevas normas de convivencia con ella; los días van y vienen, y me derrotan de otras maneras al llegar la noche; pienso que soy feliz, lo escribo: soy muy feliz.

(Nadé en una cueva de agua. Al principio, donde había luz, se apreciaba cristalina y tan pura. Al adentrarme, las sombras lo consumieron todo. Y soy feliz, también, nadando entre la penumbra, sin saber adónde voy. Zambullo la cabeza y tampoco veo nada, sólo sé que estoy haciendo algo que me fascina en un lugar oscuro, ¿me elevo, me hundo? con mis pulmones tan henchidos de aire que siento que voy a reventar y nadie va a verme morir junto a mi felicidad.)

Y soy feliz, carajo. Porque me alegra perseguir los ruidos de las nuevas calles. Corro con mi estúpida cara de felicidad y sin querer olvido la casa -los brazos- de la que estoy huyendo. Soy un perro que no sabe que ya está perdido, que ahora le pertenece a la calle.


Omar