Esa vez que duré como tres horas sin hacer nada; cuando estaba echado en la cama panzarriba tratando de encontrarle formas al techo; esa vez que descansé y no tenía ni una pizca de voluntad de hacer nada,
pensé que aún así, a pesar de que casi nunca haya cambios sustanciales en mis días; a pesar de querer siempre repetirme todos los días, como usar siempre la misma playera con los mismos tenis, o condenarme a mandar el mismo saludo de las buenas tardes a las mismas personas;
pensé que aún así le tengo miedo a la muerte
y que casi no me gustan las magnolias, ni los refrescos de toronja