Hace noches que no duermo porque no concilio el amor o sus reflejos. Si tan solo destellara un poco en mí esa luz. Entonces merodeo por paisajes nocturnos entre sonidos de agua, de vientos de otoño.
En esta lucha de la vigilia, en donde quiero dormir y no cedo, sueño las imágenes de la conciencia:
Sueño un girasol que resplandece en lo alto
Sueño con mujeres desnudas, gigantes y con cuchillos que sangran
Sueño la caída de Prometeo enredado por el fuego
Sueño los dientes, las uñas y las largas cabelleras de las harpías que un día me irán a comer
Sueño una ermita construida sobre el agua, sus colores son pasteles de rosa, dorado y del olvido
Sueño a dos amantes acuchillados por la luz violeta de una luna en forma de oz, de frente a la inmensidad, como guardianes del cosmo
Sueño al diente de una calavera, hundida en la piel de una mujer que confesó sus pecados
Sueño a un caballo que expulsó gases desde su boca y que al respirarlos, he mutado en ave con plumaje de oro y de plata que no puede alzar el vuelo por su peso
Sueño a una multitud de hombres con llanto frente a una mezquita, la llaman La Dolorosa; entonces el llanto que se acumuló ha formado la silueta de una mujer de cuatro brazos, su piel es azul, en su mano carga una cabeza degollada y todos los llorosos identifican su rostro en ella
Sueño con la caída de la Luna sobre la Tierra, la pienso en una fulminación brillante sin trompetas, sin anunciaciones y sin ganas de despedirse nadie de nada; el estruendo de su impacto no cesa
Sueño a la lluvia de Veracruz, Ciudad de verdores celestes, de rojos grises: estoy en la antigua casa y le llamo a Marco para cenar; él ha terminado un estudio sobre los manglares y nos lo explica a todos en sobremesa
Sueño que persigo a Airam, tengo colgada una risa depredadora; ella corre y deja en el aire una larga estela de su cabello kilométrico; al alcanzarla, ella grita de miedo y de risa por el juego; me abalanzo sobre ella y caemos, nos enredamos entre su cabello como en los viejos tiempos; nos quedamos juntos y platicamos dos años de corrido sin parar —de sus novios, de sus hermanos y de sus logros—; se ha hecho mayor que yo; me plática sus secretos, lloramos sin lágrimas ni sollozos. Se queda dormida a mi lado, después yo también