Esas voces, esas cosas. Las mentiras de tu vista. No sé bien que son tus ojos, no sé bien que son tus ojos.
Y no le atino, nunca le atino. Cuando quiero hablar en un sentido estricto y no metafórico, nomas no me sale. Me es difícil.
Bueno, es más sencillo.
Yo le decía y le decía -la estética de la voz- y luego, ella, sólo me miraba. No la engañé, no podría hacerlo, le decía mentiras y nada más, luego su mirada juega a lo mismo que mi voz, me dice que me cree pero no es cierto.
No le creo, obviamente, ella sabe que no le creo; ya estamos igual, estamos perdidos, así nos vemos mejor.
Se me sale alma diciendo cuanto la adoro, pero no me entiende -lo que les digo del sentido metafórico-, aveces sólo se ríe, otras me dice raro. Pasa que ella habla otro lenguaje, el de los números
y el de la calculadora. Les quiero platicar algo gracioso: hablábamos de pérdidas por algo, yo pensé en la gente que muere, del UBI SUNT y otras cosas, ella habló del dinero mal gastado, de divisas y conversión de no sé qué, terminamos hablando del sentido común.
Luego anochese de noche. La bursatilidad es lo fácil con que se compra o se vende. La moneda es un maldito instrumento, sus instituciones son superficiales (porque así deben de ser); el alma, lo onírico y lo místico son pretextos que cumplen con lo que la ciencia aún no.
Lo que sea. Como sea. La quiero a ella, su lenguaje y su todo. Me gusto yo con ella.
Aunque aveces creo que será por un ratito