Vemos al cielo. Es decir:
Lo ves y yo también.
Nos mira, Silvia. Ese ojo plateado -que tu decides llamar Luna-, nos mira.
Hilos invisibles brotan de tu boca y corren a anudar mi oído -anidan adentro- y nos escuchan los diablos transparentes que corretean al frío: el viento de la noche.
Se infla tu pecho. Se pincha desde tu boca y fluye de golpe. A ese viento quebrado tú lo llamas suspiro, es el soplido de la noche -son los diablos que te digo-.
Eres sólo tú, Silvia. Eres la noche, eres el frío.
Vamos al cielo. Es decir:
Vas -te miro- y yo también.
Omar Tiscareño