Ojalá vieras tus ojos
cuando me lees,
ojalá yo también los viera.
Qué pena hablarle a tu letra,
preferiría dirigirme a la llanura de tu silencio;
qué pena decirte en un discursito mediático
que me ofende el que me hagas falta,
que me avergüenza faltarte.
Hagamos, letra por letra,
todos los insonoros auxilios
y luego volvamos a hablarnos.
Omar Tiscareño