Sandra volverá en una noche de oscuridad profunda y me susurrará por la espalda. Un viento frío, pero reconfortante. Me tocará la nuca y levitaremos hasta lo negro del cielo. Hace tiempo lo hacíamos, nos hacíamos volar con gestos mínimos; así, sin vernos. Eramos muy jóvenes como para hacernos compañía, así que inventábamos nuestra amistad palpándonos con los ojos cerrados. Yo simulaba ser alguien que quería ser y seguramente ella lo hacía igual. Eran tiempos también oscuros, aunque felices. Íbamos por ese canal que quién sabe a dónde iba a parar. Creo que no conocimos el final de esa etapa, apenas nos dimos cuenta y ya estamos en otro canal, por distintos lados.
No sé si vendrá desde muy lejos, desconozco las distancias entre seres que vuelan. Vendrá y después del toque querré verla y no estará. Y recordaré que es diáfana de día y oscura por la noche.
Y que seguramente existe en donde creo que está. Aunque no me piense.