A veces llovía fuerte, a veces solo caían gotas, casi siempre había agua.
Me regaló un abrazo y yo se lo regresé, no lo quise, le dije que no fastidiara con su sentimentalismo, me ahogó con un golpe que todavía me duele y corrió muy lejos; la alcancé y nos tiramos en la tierra de una loma.
Yo no me daba cuenta, ya practicábamos los adioses.