La ilusión se me presentó en el trabajo, en Internet, cuando encontré una ventana cerrada.
Se me presentó como Mónica, una joven vecina que se desnudaba en la casa de enfrente y no cerraba las cortinas para que la mirara. En la ilusión, yo era un hombre viejo y cansado que escribía desde un cuarto; me levantaba solamente para hacer compras, comer y defecar; interactuaba un poco con la gente, que no me repudiaba, para ellos, yo era un hombre seco y gris al que saludaban por conmiseración . El resplandor de la tarde se opacaba en la ventana y yo entraba en ansiedad porque quería ver que Mónica se desnudara como todas las noches.