Una mujer que escribe y que hace un jardín en su laberinto. Que guarda las flores en sus manos, como un pequeño rosario de reveses, para que renazcan; que acompaña, con su respiración, el vapor de los sueños.
Si cierro los ojos, la veo también con sus pies en el río de allá, de la selva a la que fuimos (la imaginé como un fruto del agua).
Guardo bien las palabras con las que la nombro todavía.