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18 de mayo de 2024

Ella es cautelosa

La invitó a un restaurante bonito donde había una mesa decorada para él y para ella. Mientras comían algo muy rico y muy romántico, entraron músicos y él comenzó a cantar porque es habilidoso y porque ella está asida a su voz desde que lo conoció en un concierto universitario. 

Entonces ella estaba a punto de ebullición, roja del color metálico que se ablanda, con el corazón como si estuviera montado en un caballo blanco. El chico desenvainó una carta pequeña para las dimensiones humanas, pero inmensamente amplia para los sentimientos de una nipona agazapada en el amor. La carta le pedía ser su novia, escrito en idioma español y japonés, los idiomas nativos de él y de ella. 

Ella sintió que abrieron todas las puertas de su ser, incluso las que estaban cerradas con llave por dentro y por fuera; y se sintió tan única, tan enamorada, tan feliz como la que más, pero le dijo que lo iba a pensar porque podrá no entender a la perfección el idioma y confundir las interacciones mexicanas, pero si de algo está segura es que conoce bien el idioma de la cautela y ella, aunque se creyera temeraria por viajar sola a un país catalogado de peligroso, es cautelosa y sabe que entregar el corazón tan rápido es dejarse morir aunque se goce.

Le dijo pues que lo iba a pensar -con sonrisa puesta y el rostro del color de las grosellas maduras- y el chico le dijo que estaba bien y siguieron comiendo; reposaron, pagaron cuenta, llegaron a casa de él e hicieron el amor hasta cansarse y dormir juntos en un nudo sincero.

16 de mayo de 2024

Nos han dado la literatura

 Ahora sé lo que habría dicho esa vez: que la verdad es que no, que ya no me agrada tanto la literatura y que lo digo sinceramente. No me ha sido precisamente beneficiosa ni me ha ayudado a desenredar los nudos cruciales de mi vida -tal vez lo contrario.

Pero qué decir y qué hacer. Dice Alice Munro (la tengo presente ahora que ha muerto hace poco) que entre los distintos infiernos en los que nos toca vivir, nos es dado el más soportable para seguirlo viviendo. Y dice Cortázar que él es terriblemente feliz en su infierno -qué locura, ¿no? Y yo suspiro hondo y digo que bueno… también hay gente que consume piedra, que se monea para hacerse reír y que por las noches agita los pies por la ansiedad y que se rasca la piel por la desesperación hasta hacerse hoyos en la carne.