Porque sé que siempre estás ahí, Sr. y no me desamparas.
Porque tú, Sr. invisible, siempre estás en mis huesos por dentro, como un mal de los buenos
Siempre rezo por ti y por mí. Para que la cólera no nos consuma, para no morir por peste, para saber ir y venir.
Tú Sr. que estás en los cielos y todo lo miras, no mires en mí. Mira en tu gente que de ti se va sin creer. Mira señor que hay mas cuerpos a tu alrededor y yo de ti no tengo sed. Ocupate, sr. de los que esperan o esperaban de ti algo.
Sr. presente aquí de vez en cuando, mirón, no mires tanto. Que no creo en ti, ni allá tampoco.