Fingirá ser un profesor, será estricto y duro, insultará sus ideales y sus gustos; pretenderá que lo detesten desde el principio y que piensen que la materia será un infierno.
Quizá sea gracioso, parece trillado pero no lo hacen con frecuencia en la carrera -apáticos-. La verdad yo preferiría que fuera cierto, que fuera dura la escuela, no me halago el intelecto que no es mucho pero, por ejemplo, en mi salón hay una que otra cabeza que debería de rodar y antes así es como se escrutaba, con la contrariedad cínica del maestro, la cizaña escolástica de que el profe te contrapone a pensamientos de otros.
Eso sí era escuela, aprender o quedar atrás, no decirte las materias y aplaudirte porque alcanzas a entender o hacer una revista para que los confundidos publiquen sus obras -por qué no incitan una revista que trate de investigaciones literarias o lingüísticas, hay que hacer una-, por cierto, yo me guardo la creación para mis gustos literarios.
El ego suspendido |