Juego con una ouija para hallarme con personas en pena, para lucrar con ellas y escribir un nuevo cuento. A ti te encuentro, Ernesto, cavilando en genuflexiones. Eres humo o eres vapor. A ti te llamo:
Me llamo Ernesto, Ernesto Rojo. Cargo con un muerto, que es más grande y más pesado que cargar con una culpa.
Cargo con su presencia, tan oscura como una sombra. Viene sin que la nombre y se queda aquí conmigo haciéndome escalofríos o comiéndose mi sueño de cada noche.
-Déjame estar solo aquí -a veces le pido, y el no es un helado vació de noche que me tulle los codos y las rodillas hasta doblarme.