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4 de mayo de 2019

No has cambiado en nada

I
Camino hacia el sur-oeste del país. La idea era encontrarme con Valenzuela en Xalapa, viajar a la montaña nevada de Orizaba y después bajarla para acampar, pero ella tenía otros planes, aunque no me los hacía saber.

Durante mi viaje a Xalapa, tuve mucho tiempo para pensar tonterías: que alguien me perseguía para atracarme porque se dio cuenta de que viajaba solo; que no descendía en el lugar correcto y me perdía en algún punto de la Huasteca; que moría de la manera que fuera. Luego de más preocupaciones absurdas, pensé en un cuento que más adelante escribiría, se trataba, de alguna manera, de mí, del tema que nunca quiero hablar con nadie, de ese tema que me tiene preso.

La idea era que Valenzuela y yo, de camino a la punta nevada, habláramos e hiciéramos cosas juntos como desde hace años ya no lo habíamos hecho (la conocí hace seis o siete años, en una etapa intensa de nuestras vidas, recuerdo que la noche era un perfume nuevo). Caminaríamos con un grupo de desconocidos hacia la parte más alta que se nos permitiera llegar, ella planeaba hacer algo muy peculiar que había planificado desde hace años -ella, siempre enérgica-, yo no tenía claro que hacer por mi cuenta, pero quería estar ahí, en el lugar más alto del país. Tal vez gritaría con furor.

Valenzuela me recibió en la estación de autobuses, El tiempo no te hace nada, me dijo, le contesté que no es cierto, Estás idéntico, hasta usas la misma ropa y tienes esa cara boba de no saber qué onda. Luego de pequeñas pláticas sobre el reencuentro, visitamos un parque en el que solíamos fumar, ahí me platicó que las cosas no iban bien para ella y que era posible que cambiaran nuestros planes, pero que no me preocupara; ella no lo diría como lo digo yo: Estábamos otra vez juntos y es lo que importa, si me oyera decir eso, se reiría hasta caer. 

Por la noche, Valenzuela me presentó a su novio, fingí que sabía de él por primera vez; después de cenar, visitamos un bar del que sólo recuerdo la suciedad y el olor húmedo de las paredes. Nos emborrachamos. Ella no paraba de hablar de sí. Él se sobre esforzaba por simpatizar conmigo. Al final, poco antes de cerrar el bar, el dueño me explicó sobre la violencia que había en la ciudad. Al fondo, cerca de los baños, Valenzuela y su novio discutían con intensidad, Oye, ¿y qué les pasa?, preguntó el dueño, Es algo de meses, le contesté, Pues que le sigan en sus casas. Y como si fuera una orden, así fue.

Dormí en la casa del novio. Poco antes, me ofreció fumar hierba, negué; le aconsejé que era una pésima idea consumir su propio producto. Antes de eso, al instalarme en la habitación que me ofreció, escribí el cuento que tenía en mente desde el autobús: es una persona que está huyendo, no importa qué ha hecho, no debe detenerse jamás; se acostumbró al cambio constante de su espacio y de su cuerpo; aprendió a desmentir las cosas de sí, a negarlo todo; luego de años de transfiguración, encontró a un hombre que desconocía por completo, ¿Tú quién eres?, preguntó, No has cambiado nada, contestó, luego le disparó. Mucho que pulir, pensé, luego recordé por qué hacía este viaje. Me sentí amenazado, no podré huir jamás. Recostado, puse la cara en la pared, luego dormí.

II
La idea era que Valenzuela y yo iniciaríamos desde temprano nuestro recorrido a la montaña nevada. Viajaríamos en su auto. Nos uniríamos a un grupo de alpinistas. Nos dirían qué hacer, de qué cuidarnos, qué evitar. El tiempo en subir dependería de nosotros y de los otros también inexpertos. La vista en el ocaso sería algo que no podríamos olvidar: el cielo níveo, el azul confundido con el color de las montañas; la exhalación de ella saldría de su boca como palabras no dichas. La idea era tener mucho que decir después, sentirse pleno. 


Valenzuela me textea, son las explicaciones de por qué no iremos a Orizaba. Dice lamentarlo mucho, le digo que está bien, que el otro plan tampoco suena mal.

Iremos a unas dunas que conectan con una playa sucia.

ort
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continúa en el viaje poco planeado, soledad de las dunas. nado en un mar oscuro y violento. Valenzuela pelea con su chico