Idilio
prohibido
A veces
no puedo sopesar el recuerdo con el presente y perturbo el futuro para compasar
los recuerdos amargos -tu párvula flor deshojada-.
…porque
fingías perforar al cielo y yo de eso no sé nada, no sé mirar las figuras tan
distantes, he perdido mi catalejo. Por ello, por tu visión –tus ojos del color
de un diablo cobrizo- tan jubilosa que enreda y convoca la añoranza de mi mocedad.
Y es eso:
tu manera de mirarme –que ignora longitud aún en el tiempo-, mi adolescencia fingida
y que no puedo soportar el quebranto de una niña –de mi niña-.
Sombra de
noche
Venía con
los pies raudos dislocando las calles, quebrando rutas; venía entristeciendo a
la noche que nostálgica me balbuceaba palabras que no quería escuchar. Aquél
poso de penumbras, mirándome tan solo, me arrojó una sombra de cuatro patas, de
hocico flaco, cola larga y dientes amarillos… De pronto pensé que aquella
negrura me tragaría, que roería mi cuerpo o me masticaría, pero no, sólo me
acompañó. Rodeaba mi cuerpo, zigzagueaba delante mío como un conjuró de
protección, buscaba comida. Lo burlé: en una calle que bifurcaba descuidó sus
ojos y lo perdí. Más adelante miré el cadáver de otro perro.
Omar Tiscareño