Podría decir que la veo, o mejor: que la miro, pero en realidad la leo, y ya lo he dicho antes, es ilegible, está escrita en un idioma que nadie entiende, acaso ella, y no me deja entenderla.
Vamos caminando uno lejos del otro -la calle nos apretuja sin que nos demos cuenta-. Soy un hombre normal, ella una joven común, pero emprendemos una anomalía, porque la alcanzo, encuentro en ella una profunda belleza y la quiero poseer. Es ahí cuando me defino, encuentro identidad, su belleza me desmaya y entro en esta sugestión hipnótica.
Vayan ustedes a saber por qué actua así un asesino. Ahora podrían analizarme, estoy poseido de ella.
-Omar Tiscareño-