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4 de diciembre de 2021

Apuntes sobre Los actos impuros

25 de marzo

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Bajo del carro de bodas. Estoy sonriente. Esta fecha no la olvidaré jamás. Es en este momento en el que agoto mi felicidad para mostrarla como verdadera ante las personas que han venido a vernos. Ya no quedará en mí esto que ahora presento. 

Mi joven y apuesto esposo, harán sonar nuestras extremidades cuando descubran la manera en que hemos faltado a las sagradas escrituras. Y temo no al látigo que azorará tu piel, tampoco temo a lo que me harán a mí, que ni siquiera me atrevo a imaginarlo porque sé que será incluso peor que lo tuyo; temo que aventajar nuestros placeres signifique cerrarnos las puertas del paraíso en donde ni tú ni yo nos volveremos a ver. Temo del odio de Dios y del daño que pueda hacernos con solo una seña.

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Percibo a Orhan por todas partes. Lo imagino como en mis sueños: delante de mí, con su uniforme de cadí, su espada sangrante. Me toma del cuello, me besa; siento su lengua tibia, aún viva. ¿Por qué su espada aún sangra si se supone que la guerra contra los turcos infieles ya terminó? ¿Acaso no estás ahora muerto? son dos personas las que han reconocido tu rostro y tu cadáver. Dos personas, en diferentes ciudades, en diferentes fechas. Pero yo sé que alguien que ama así, no puede morir tan fácil. 

Has desandado tus pasos por Unkapani, por Herat, por todo Estambul. Has reconocido que ahora no vivo en donde antes, junto a tu hermano Hassan y tu padre alcohólico que intentó inmundicias conmigo; te has dado cuenta que tus hijos han mudado sus dientes y que detestan a Husrev porque piensan que ha matado a su padre, es decir a ti y sobre todo, te has dado cuenta que ahora estoy a su lado después de 3 años en lo que no hemos sabido de ti; y me ves junto a su hombro, rociados con el agua de rosas y nos odias de la misma manera que el islam odia a los impíos o al estilo impuro de los francos o al abandono religioso de los turcos infieles. 

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Nos acercan el pan de dátiles como ofrenda. Husrev está también sonriente, sé que su sonrisa es verdadera. Pobre de él, con qué ignorancia recibe la felicidad. ¿Cómo puede ser que abrace la dicha tal con esta imprudencia? ¿Cómo se atreve a intentarlo? Pero no lo culpo. Yo quisiera vivir con la misma audacia de no saber nada del otro. Yo no tengo tal capacidad de improvisación. De autorecuperación.

Cuando el uno conozca más al otro, comenzará a descomponerlo, desintegrar sus partes para hurgar entre lo que le pueda servir.  Que sí, que no. Así, de nuevo, una y otra vez. No importa cuanto tiempo demore esto. 

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Desde su habitación, Husrev ha hecho las abluciones para la oración del ocaso. Yo, desde otra pieza, también he intentado limpiarme, pero mi mancha está oscura y debajo de la piel. Te rezo, Dios mío, con el cuerpo sucio. 

Soñé el regreso de Orhan (su espada sangrante, su lengua tibia) y sé que esas imágenes que me has enviado no pueden ser solo un sueño. Oh, Husrev, mi ahora señor esposo, harán sonar nuestros brazos, pero yo te amo más allá de la impiedad. 

Tendremos peor trato que aquellos falsos predicadores de Erzurum. Ahora sus ojos no están dentro de sus cuencas y desearían morir. 

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Tenemos entre nuestras conciencias que lo nuestro acto es puro. Tal vez no ante las normas otomanas, pero sí ante nuestro Señor Único. Si hay algo que lo pueda remediar todo, es el amor y no las ilusiones o el grito desesperado de huir de sí. 

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