Somos animales de hábitos, castigados a ser sociales y relacionarnos, por lo tanto, habituarnos a otro. A estar con alguien, a repasar su cuerpo, repetir sus palabras, recorrer sus días.
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Cuando me preguntan, sé que he de responder que estoy bien, pero también sé que he de estar solo y no podré contestarme lo mismo, porque me ofusco cuando estoy conmigo mismo, no hacia con los demás.
Sé que no hemos inventado nada, ya mucho se amaron antes y también muchos se han separado. Lo he visto suceder y lo he padecido. Pero justo ahora que el mundo es chiquito, no me importan los amantes de ahora ni los de la antigüedad.
Tristan e Isolda, Hüsrev y Sirin, Layla y Majnún, Melibea y Calixto, Canek y Nicté. La gente ama. Los amantes aman.
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Me he soñado con una familia: con una hija y una esposa. Les digo que las amo. Es un sueño tibio.
Cuando despierto y reconozco que no será ella, entiendo por qué no es ella, sé explicármelo y entender porque no soy yo con ella. No puedo siquiera reprocharle nada. ¿Aún hay algo que se quisiera decir e hiciera alguna diferencia? Todo perece en potencia. Todo está inacabado.
Es 23 de mayo.