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24 de febrero de 2017



Juego con una ouija para hallarme con personas en pena, para lucrar con ellas y escribir un nuevo cuento. A ti te encuentro, Ernesto, cavilando en genuflexiones. Eres humo o eres vapor. A ti te llamo:

Me llamo Ernesto, Ernesto Rojo. Cargo con un muerto, que es más grande y más pesado que cargar con una culpa.

Cargo con su presencia, tan oscura como una sombra. Viene sin que la nombre y se queda aquí conmigo haciéndome escalofríos o comiéndose mi sueño de cada noche.

-Déjame estar solo aquí -a veces le pido, y el no es un helado vació de noche que me tulle los codos y las rodillas hasta doblarme.



12 de febrero de 2017

Poema-Xalapa

Encontré un poema que escribí hace tres años cuando estuve en Xalapa. No dejo de aburrir con eso, es de las mejores experiencias que he tenido.

Neblina
Estoy tan en medio de las nubes
que se me está enmoheciendo el corazón,
se musga mi carne y los verdores me encierran
y la neblina nada tiene que ver
porque yo ya había llegado insólito
a los vapores o humos de aquí
hace ya muchos sueños.

9 de febrero de 2017

Raíces del corazón

Quiero pensar que no empiezan así las tragedias; que no hace falta la austeridad para unir a las familias. 

Poco a poco se va perdiendo la providencia: se acaban los buenos negocios, se venden los carros y los inmuebles. ¿Pronto nos pagaremos la frase "todo salió bien"?

Nos abrazamos. Somos un gran árbol de fuertes arterias. 

2 de febrero de 2017

Yo sé que sí

La madre y yo nos despedimos con mucha anticipación, todavía no me voy, pero nos preparamos. Le pregunto por las cosas que podré saquear de la casa y entre risas me dice qué sí y qué no, así: tuerce los labios a un lado y al otro junto con un gruñido, luego suelta un "ya qué" o un "estás loco", según sea.

"Yo sé que los dos nos vamos a extrañar", me dice, mi madre es muy linda, siempre lo ha sido. Yo le contesto que sí, que seguro; le pido que no me extrañe mucho, "Es más, cuando me extrañes haz pozole verde y no tardaré en llegar" le digo como una broma, por supuesto, porque podrá haber melancolía, o tristeza o resentimientos o vergüenza o furia entre nosotros, pero nunca dejamos el humor, nos moriríamos si luego de herirnos no nos hacemos reír. "Te voy a sustituir por un perro", me dice y río, aunque no sé si es cierto.

Miro mi sombra, es mi efigie. Soy Omar, el tercero de tres hijos (ahora el segundo de dos), ya tengo 26 años y aún orino la taza, a veces dejo migajas en la mesa y las cosas que me hago de comer no me gustan mucho; soy el único de los Tiscareño que terminó una carrera pero eso no es orgullo de nadie porque no gano ni siquiera lo mismo que mi hermano, ni tengo un auto, ni una casa propia y parece que voy para ser siempre solo. Y me gusta ser quien soy y me alegro de haber podido obtener todo lo que tengo: libros, palabras (muchas muchas palabras que, aunque tropiezan cuando las uso, no dejan de ser y de dar batalla), amigos y un enorme baúl en donde guardo tanto las cosas que no me gustan como las que sí.

Cómprate un perro, mamá, que no sea ni muy grande ni muy chico y que no sea mucho muy ruidoso cono Venzel. Y platícale todas las cosas del día: Ay, la señora Teresita, mamá de noséquién, o la fulanatal ayer hizo esto; y deja que el animal pare oreja, que incline la cabeza y se pregunté ¿qué estás contando?; y prepárale de comer algo y guárdalo en el refri, déjale una notita que diga "cómeme" y a tu comida ponle "¡no me comas!"; y platícale todos tus sueños, mamá, ésos en donde aparece Edgar con sus eternos 17 años y platícale durante horas de todas estas cosas que esta perra vida nos quiso hacer y no nos hizo nada porque la vida no nos duele.


-Yo sé que los dos nos vamos a extrañar
-Yo sé que sí