🚗 _ 🚓🚓

27 de febrero de 2018

Prueba piloto

I (recuerdo vago)

Los jóvenes salen del cine y él, con una torpe sonrisa de satisfacción, simula pasos absurdos como queriendo imitar el filme que acaba de ver. Le parece que en realidad no es una película tan buena, pero que lo haya puesto a bailar esas sandeces, es síntoma de algo alarmante (por favor, ¡a qué tonto le gustan los musicales?). Ella, ríe así sin más y encadena sus boberías con más sonrisas y aplausos para motivar al joven aprendiz de baile. Él le pide su mano para bailar y acepta -ella siempre se presta a este tipo de juegos y el también acepta los suyos, la varía invención entre ambos es inagotable-.

II (de las cosas que hacían cosquillas a los costados del torso, y que nunca quisimos que se detuviera)

Lo piensas de distintas maneras, pero no es posible negar que fueron buenos momentos, que fuiste feliz, que eso era tentativamente la felicidad. 

Te imaginas con ella del brazo y por una enorme calle nevada; te imaginas con ella nadando bajo una cascada tibia; te imaginas con ella reposando los sábados y los domingos; te imaginas con ella arrojando bachichas de cigarro a la gente más ebria del bar; te imaginas con ella llorando porque la vida es una cabrona o algo así. 

(Cenan desnudos, se comparten la pasta dental y antes de acostarse, se dividen el espacio de la cama aunque luego no se respete.)

Lo piensas de distintas maneras, pero no puedes negar que fueron buenos tiempos.

III (prueba piloto)

Admito que me equivoqué en muchas cosas y que no fui muy sincero. Que me fastidia no tener la suficiente inteligencia emocional ni la madurez como para ser feliz sin que explote la caja de mi mente.

En fin. Hemos hablado largamente de que esto es madera que ya ardió y nos agradecemos haber coincidido y tenernos la confianza de haber sido cómplices de épocas de irse todo a la mierda. (Maldita sea, no sé qué decir que no suene a folleto de Pare de sufrir o  a una Guía práctica para ser felices, carajo).

 La imagino a ella en diferentes proyectos en donde no me incluye y no por eso sus aspiraciones se restan.  La imagino a ella en una felicidad certera. Fuimos una excelente prueba de que podemos ser felices. 

Ojalá yo llegue a ser tan feliz como ella. 



12 de febrero de 2018

Apuntes


VII (Visita)

Creo que es verdad todo lo que dice Athá-Ila sobre el cansancio. Y aunque le creo, no le digo nada, no me inmuto. Entonces cierro los ojos durante mucho mucho tiempo y al despertar ya ha oscurecido en mi habitación. Athá-Ilá se cansó de hablar y durmió delante de mí: su boca abierta, un hilo de baba le escurría hasta gotear al suelo.

La cubro con mi chamarra para que no sienta frío, la lleno de besos y recorro con mi mano el pelaje de su nuca, es tan cálida cuando está dormida.

Camino a tientas por la habitación, luego por el pasillo y es hasta la cocina donde enciendo las luces y al hacer suitch aparece, como la formación inmediata de una nube, la figura de una mujer que me sonríe como para no asustarme, como si tal.

Me saluda con voz suave, pretendiendo que ella es amable y yo un tonto. No le digo nada. En verdad le tengo miedo, pero no se lo demostraré con un grito ni dejando ver la temblorina de mis rodillas. Le doy la espalda y finjo que prepararé café y eso es lo que haré todo el tiempo hasta que se aburra y me deje en paz.

Fingiré que no me nombra, que no me mira. Ella se acercará a mí por los lados y sabrá que la miro con el rabillo del ojo; hará un gesto con su mano, con el dedo índice y me dirá "ven, ven" moviendo de adelante hacia atrás su índice como si gatillara un disparo.

No, no, no y no. Me repetiré desde lo más hondo de mis pensamientos, para que no me escuche. No. Si quiere que hable con ella tendrá que buscar otro modo y no ser tan invasiva. Se me ocurren un par de cosas, solo por poner ejemplos:

UNO: que durante el alba, cuando Atha-Ila persigue los primeros sonidos de la casa, timbre y espere en la puerta hasta que me vista bien y la atienda "Buen día, ¿en qué puedo ayudarte?. Voy de salida al trabajo, ¿quieres acompañarme durante el camino?", le diría.

y DOS: que durante el ocaso, cuando vuelvo otra vez a esta mi casa con este yunque sobre el cuerpo, con las hartas ganas de querer romperme; entre sin avisar por la ventana y me pida bailar un poco,  antes de que me eche a llorar como las cosas que de repente lloran.

–Vamos a bailar, un poco, tan solo un poco -me preguntaría. Sólo así se ganaría mi confianza; le abriría todas las puertas de mi casa, incluso las que están bajo llave, las puertas que dentro de sí esconden baúles, armarios y cajones, podría entrar a cualquier rincón de este hogar.- Ándale, vamos a bailar una canción tranquila los tres.

Y aunque en verdad quisiera, le diría que no, que muchas gracias, que estoy muy cansado.

9 de febrero de 2018

Apuntes sobre Piedra y el remolino de la mañana

I

¿Por qué Piedra se despierta con quizá el mismo dolor de cabeza que el mío y me mira (los ojos rojos, la mirada medio perdida) para decirme que qué onda?

¿Por qué no hemos llegado a nuestras casas y nos quedamos con Calavera? ¿fue demasiado buena esta juerga que nos hizo beber de más, pero Piedra y yo no les toleramos el paso, y luego de secuencias entre cortadas uno a uno fuimos cerrando los ojos: primero Piedra, luego yo?

Ahora Piedra se alza, me mira a los ojos y me dice que qué onda y yo le digo que nada, que aquí nomás, que ya amaneció. Entonces Calavera entra, nos dice que qué onda y repetimos. ¿por qué Calavera nos dice que tenemos que dejar la casa antes de que llegue su esposa? ¿por qué doy un trago hondo a una bebida olvidada antes de cerrar la puerta y dejar a Calavera del otro lado?

¿en qué trabaja la esposa de Calavera?

Afuera, Piedra y yo nos preguntamos si tenemos hambre y nos decimos que sí, que mucha, que necesitamos un caldo caliente y al menos una cerveza para que el día no sea un desastre. Nos proponemos ir a una fonda y pagar entre los dos, nos decimos que está bien.

¿Por qué Piedra solo habla con ese lenguaje de síes y noes, quién le regaló tantos nosés que ahora los reparte para todos y en todas ocasiones?

-Nos sentamos aquí? de este otro lado está dando más fuerte el Sol y a mí el Sol, no sé tú, me está rompiendo la cara, la cabeza
-sí

Cuando Piedra sorbe de su cuchara, se escucha un silbido como si fuera el tañido de una flauta. Un sonido ascendente y cómico que nadie más percibe o no quiere percibir. Si tuviera la suficiente confianza, le diría que su silbido me da risa. Me río, pero él no me pregunta por qué.