🚗 _ 🚓🚓

23 de septiembre de 2019

Quería decirte algo

Un día, poco antes de comer, Marco me telefoneó para decirme que había besado a Elizabeth.

-Oye, no lo vas a creer: besé a la Elizabeth en la boca, un beso como de cuarenta segundos...- fueron sus primeras palabras.

Marco no solía marcarme porque en realidad no éramos tan buenos amigos. Yo había dado por sentado que, luego de terminar la secundaria hace unas semanas, ya no lo volvería a ver. Estaba bien para mí ya no saber de nadie, a Marco y a cualquier otro compañero había dicho gracias y adiós.

-...me dijo "nos vemos en el parquecito azul"- continuó Marco-, pero que no me fuera a tardar porque solo iba a estar ahí unos minutos...- me platicaba con emoción y con júbilo, imaginaba por completo su sonrisa idiota.

Mientras Marco se explayaba, yo con el teléfono al cuello y sin decir nada, pensaba que con Elizabeth era distinto, a ella sí esperaba verla. Me hacía sentir que tenía un gusano enrollado en la garganta, por dentro. Palabras, palabras, palabras. Nunca hallé qué decirle a ella.

-...yo no sabía qué. Ni quería ir. Hasta pensé que le había hecho algo malo, ¡ah! porque, ¡espera! ¡no te lo conté! cuando me marcó al teléfono para decirme que nos viéramos... no lo vas a creer...-

Mi interés por Elizabeth surgió cuando un día coincidimos en el hospital. Fractura de mi hermano el torpe. Ella estaba en un módulo de espera al lado de nosotros. Nos encontramos con la mirada, pero no le dije nada y ella tampoco. Al poco rato, ella se acurrucó al brazo de su padre y comenzó a temblar como si hiciera mucho frío, pero en realidad no lo hacía. Tembló tanto y tanto hasta que la cargaron para pasar con el doctor.

-...me habló con una voz como chillona: "Soy Elizabeth, quería decirte que si vas a andar ocupado mañana", pero no inventes, yo dije "¿qué le hice?". Y ya, me dijo que nos viéramos en tal lado a tal hora y le dije que sí, pero sin muchas ganas...

Yo supuse que seguido ocurría lo de sus temblores y que por eso faltaba tanto a la escuela. Me intrigaba mucho Elizabeth, me hacía pensarla a diario, tanto así que un día soñé con ella: estábamos todo el grupo en un museo o algo parecido, había poca luz. Poco a poco la gente se fue hasta quedarnos solos. Me preguntó por la salida y no supe decirle, también me sentía desorientado. Ella me tomó de la mano y caminamos a tientas hasta hallar la salida. Cuando por fin hubo luz, miré su rostro y estaba esa mueca que hizo en el hospital, como si sonriera con mucho dolor. No me espanté y mi única inquietud al despertar era el desconocimiento hacia ella: ¿qué tienes, qué es lo que te duele cuando sonríes así, Elizabeth? Quería decirle y preguntarle tantas cosas y entonces me daba cuenta que no tuve el valor de hacerlo y que jamás tendría la oportunidad de nuevo.

-...ya en el parquecito azul, yo estaba en donde me dijo. Vi que entró corriendo y pensé "algo no está bien aquí, yo no quiero problemas", pero venía sola. Cuando llegó conmigo, yo sólo la saludé y ella se aventó hacia mí... ¡y me besó! Yo no sabía por qué estaba pasando, pero tú sabes, Elizabeth no está nada mal, eh, y no iba a desaprovechar eso que estaba ocurriendo. Yo la tomé por la cintura y poco a poco bajé la mano porque pensé que eso no iba a ser solo un beso ¡pero lo detuvo! y de la misma manera se fue, no me dijo nada, no me dijo ni adiós, fueron como cuarenta segundos... cuarenta o cuarenta y cinco, más o menos.

-Marco, tengo que comer. ¿Querías decirme algo?
-¿Qué dices? ¡Que besé a Elizabeth en la boca, te digo!
-Quiero decir, ¿querías contarme algo más? es que no tengo tiempo
-Bueno, no. Nada más eso.
-Entonces adiós- y le colgué así sin más.

¿Por qué me lo dijo? ¿Qué esperaba que hiciera con todo eso? Muy bien, Marco, ahora celebraremos por siempre este día, ¡eres grande! Besaste a Elizabeth durante cuarenta y cinco segundos, y la gente te recordará por eso, ¿Esperabas algo así, Marco? Además, fue ella quien te besó y tú no hiciste nada para que lo hiciera, te escogió a ti como habría sido cualquier otro idiota. Cualquier otro...

-La comida está servida, ya siéntate- me llamó mi madre
-¡No quiero nada! ¡No quiero nada de nadie!- y subí al cuarto.


Omar Tiscareño