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25 de marzo de 2019

Bueno en la obtución

Ernesto llega a casa, sube a su habitación y, luego de cerrar la puerta con fuerza, se echa a la cama y piensa: "¿que en qué soy bueno, que qué habilidades tengo?, y yo cómo chingados voy a saber eso"; pasado otro rato, encendió su consola y jugó hasta el anochecer.

En la escuela, Mónica lo fastidia cada que puede:

-¿Sabes por qué no has encontrado qué será? porque no eres bueno en nada
-Vete al carajo
-Eres vulgar, eres grosero y eres ignorante.
-¿y qué te importa, eh?
-Pues nada, pero me caes bien. Mira, apunta esto en tu tarea "Soy un perfecto obtuso"
-¿y qué mierda es eso?
-Tú escríbelo, ya verás- soltó una risita
-No te quieras pasar de lista conmigo
-Es en serio, de verdad, significa que eres bueno en muchas cosas, por lo general, pero no una en especial. Como que abarcas mucho, que te adaptas a todo, pues- explicó, y sonrió de nuevo con travesura.

Ernesto rió también, fue una sonrisa pícara y resolutiva. "Sí, obtuso, eso es", pensó para sí, "muy obtuso, soy más o menos bueno en el fut, pero no tanto como Hugo; igual en casi todas las clases, no soy un imbécil, no completamente, al menos no repruebo".

-Eh, pelmazo, ¿sigues aquí?- interrumpió Mónica- ya viene la maestra, escribe algo rápido.

Sacó pluma, papel y en cinco minutos plasmó todo lo que pensaba de sí: que a veces era bueno para la Física, pero sólo si le llamaba la atención; que cocina cuando sus padres no están, aunque no le guste mucho lo que hace. Tres párrafos con letra grande y doble interlineado le llenaron la hoja. Incluso le dio tiempo de releer lo escrito y sentirse más o menos orgulloso.

La maestra pidió que pasaran al frente a explicar sus habilidades. "Que mala suerte apellidarse con A", pensó, pero igual se sentía tranquilo. Pasaron Laura, Carlos y Verónica. La natación, la música y el atletismo; dos más y seguía Ernesto.

-Oye, Mónica- le susurró con fuerza- ¿cómo se dice de lo obtuso?
-¿qué?
-que cómo se dice de cuando eres obtuso, como atleta y atletismo
-ahh... se dice...- se rascó un poco la cabeza luego soltó- ¡obtución!, así ponle, o para obtuar- después giró el cuerpo para que no le viera la cara.

El turno de Ernesto. Se para el frente con la hoja en mano. "Y bien, Ernesto, ¿en qué eres bueno?". Primero echa el ojo a su hoja, el título lo escribió con rojo "Soy bueno en la obtución", luego alza la vista a todo el salón. Destaca Mónica que se tuerce de risa en su butaca sin que la mire la maestra. Vuelve la vista a la hoja, al título. "Maldita seas, Mónica", piensa. La maestra lo insta a continuar.

-Soy bueno para... engañar a las personas. Sé hacer que otros piensen cosas que en realidad no son- termina y se sienta, esconde la cabeza.

Tarea extra para Ernesto: dos planas de por qué está mal engañar a las personas. Mónica y otros seis compañeros se quedan con el pendiente de ubicar sus habilidades pues dijeron que aún no han identificado, que es difícil saber.


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Mientras hervía el café, porque no supe definir obtuso. De cuando Pablo puso en su currículum que era "ávido de aprender" sin saber qué era eso.


17 de marzo de 2019

Coadyuvantes


Pero la ausencia del sueño no es mi caso, a decir verdad. Ahora duermo bien, a veces hasta creo que sueño y despertar es agradable. Y pienso, planeo, le chito a aquello que parecía que no se iba a acabar jamás. Una conmoción que la mera verdad era invisible, pero a quién le ibas a creer si te dijeran "basta ya, te digo, basta ya".

En fin. En fon. Hiervo el café y lo sirvo también para Ilá. Nos disponemos a escribir como si de eso se tratara. No hay de otra, sabes.

De frente a la pantalla, uno se truena los nudillos de una mano y luego de la otra; se estira el cuello de un lado para el otro hasta hacer un crack que da miedo.

-Sobre qué- me pregunta ella
- Lo mismo: de la pasión y sus coadyuvantes.

A veces es del odio, otras de la misericordia.



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Escrito previo a un largo y soporífero ensayo sobre configuraciones organizativas según el criterio de departamentalización