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23 de julio de 2017

Azul agua

La dicha caería sobre nuestros cuerpos con su color azul agua, azul lluvia, nosotros la recibiríamos con la mano tendida y luego seguiríamos juntos.


En fin, no se dio. Ahora braceo. El agua de la Autónoma siempre procura ser limpia, me relaja, yo también me siento limpio. Me gusta nadar con lluvia porque cuando nado de dorso miro y siento como todo el cielo cae gris sobre mi. El ruido: ensordecedor, luego se silencia cabeza abajo, oído al agua.

Como no solamente nado, sino que reflexiono que nado, escribo que cuando nado voy pensando las cosas que cargo con más peso: a veces parece que voy en contra de lo que prospera hacia la felicidad (braceo, tomo una bocanada de aire y la suministro en los pulmones) porque, ¿qué me hace feliz? yo sé qué me hace creer ser feliz y qué no, qué cosas procuro y qué no (suministro el aire, lo retengo y poco a poco lo libero por la nariz haciendo burbujas que siento correr por el pecho) tener una pareja y platicar y compartir no es lo que me va a ser feliz, ni perdonarme las cosas que he hecho, ni ser mejor persona, sea lo que signifique eso, esto es por descarte y todo eso sólo me ayuda a hacer más llevaderos los días, pero felicidad es sólo lo que recuerdo y no lo que siento y así será pues (a veces, por ir pensando, chocó con los límites de la alberca o la manoteo cuando menos).

¿Listo? Sí, listo. Otros docientos flecha con aleta, da uno, dos, tres brazos y respira, luego uno dos tres brazos y respira de este otro lado.

No sé respirar por el lado izquierdo. Me entra el agua por la nariz y por la boca, respiro cloro que luego toso. A veces hago lo que se me da la gana e ignoro al instructor, en vez de aprender a hacerlo bien. Es que me cuesta trabajo y yo no vengo aquí a disciplinarme, sino a nadar como me gusta y aprender a nadar mejor como me gusta. Doy uno dos tres cuatro brazos y respiro derecha, luego uno dos tres cuatro y respiro derecha. Como nunca he tenido buenos pulmones y además tuve principios de asma varias veces durante mucho tiempo, se termina mi respiración muy pronto; entonces es mala idea postergar la respiración hasta el cuarto braceo porque me agito rápido. Uno dos tres cuatro, me detengo, saco la cabeza y jalo todo el aire que pueda, como si lo quisiera todo sólo para mí.Sobrevivo al ahogamiento por agua, por necedad. Eso es lo que pasa, que me ahogo por necedad, por no aprender a hacer espacios breves y respirar despacio, tranquilo.

-...entonces sigo nadado junto con ella porque tenemos que llegar a un archipiélago donde hay una enorme enormísima flor de colores extraños, se ve a la distancia, es colosal; le digo que ya casi, que lo sé porque el agua se torna más cálida y más azul; veo o vemos más gente que va a donde mismo, me emociono. Entonces me doy cuenta que ella ya no está, y ni siquiera sé desde cuando. Y ya, despierto.
- ¿A ella también le gusta nadar?
- No, sólo a mí. Ella no era de estar en el agua. 
-ella era de tierra, pues. 

Podrías convertirte el algo que vuele y no se arrastre. En algo con plumaje y no de escamas. En algo que cante como el tañido hermoso de una flauta y no como el mugido de un ser castigado bajo el sol. Yo pensaría que eligieras ser una criatura perfecta, que es sigilosa al cazar y que murmura complaciente desde su garganta. Que mide los pasos, y calcula los saltos aunque a veces falle. Si me lo preguntas, yo sí elegiría ser una criatura de mar, no sé si hay más agua que cielo en el mundo, pero me sentiría más libre. Si me preguntas, preferiría el eco ultramarino aunque extrañaría los silbidos del viento y esos ruidos extraños que a veces hace la noche. 

El agua hace sonidos cuando cae, cuando salpica. El sonido de la lluvia es agua que se quiebra, por ejemplo. A veces sueño con agua, con ríos, pero no escucho su sonido. Corre por mis manos, entre mis dedos, pero no escucho su sonido. Sueño con Agua, sueño azul, azul sueño. Azul algo, siempre el azul es algo. Sentimientos azules. Sueño con el ruido del azul, escucho correr mis manos por el sueño, toco mis sentimientos. Siento la calidez del sueño cuando cruza entre mis dedos y recuerdo lo tibio de mi sueño acurrucarse en mi oído, en mis manos tendidas. 








18 de julio de 2017

Perfume nuevo

Todas las noches, Negra y yo pasamos por un bar mequetrefe y poco atractivo que tiene mucha asistencia de la underground. La popularidad consiste en que sacrifican el aseo y las instalaciones por cerveza barata y Área de fumadores en casi todo el lugar. Dato menor: Prohiben el tabaco y promueven la marihuana. Clandestino, sí, pero con responsabilidad: son muy rigurosos en la entrada a menores y te asisten si estás en malas condiciones. Esas sí son hermandades. Como una broma sincera, Negra y yo caminamos despacio delante del establecimiento e inhalamos hondo, nos decimos "ojalá que hoy estén fumando mois, ¿no? ¿nada? mmm..." luego nos reímos de que el tiempo ya nos está dejando lejecitos de nuestros buenos años, esos en los que nos castigábamos el cuerpo a cambio de una noche interesante que ahora no sé bien cómo platicar, pero que siempre se justifica diciendo que me divertí mucho y que puedo asegurar completamente que creí ser feliz, sin importar si es cierto. Ay veces que el aroma de la marihuana es muy fuerte, pero no me molesta, lo contrario, ese incómodo aroma me recuerda a Olinca; ella siempre es un perfume nuevo. 

Ya bastante me he entretenido al escribir que ella no avisó que iba a llegar a estar conmigo, ella no pidió permiso para acostarse conmigo para nada más dormir, ella no preguntó si podía dejar sus toallas sanitarias en mi baño y sus suéteres en mi clóset; no le importó si leía otra cosa y me dejó sus libros para que los leyera, le valió madres que fuera reservado y me sacó a la calle de noche, ni siquiera supo qué pensaba de mi ciudad y de todos modos la destruyó e impuso la suya. Ya bastante he escrito que ella constituyó una ciudad entera sin nombre ni geografía, pero enarbolada, acuífera y profundamente nebulosa. Cuando me marca, se disculpa de que pase tanto tiempo sin hablarnos, le digo que está bien, porque siempre nos buscamos para darnos malas noticias. Como sea está bien. Cada día que pasa creo que la aprecio más y más valoro que la haya conocido. La Olinca, la mujer nube, la mujer agua, la mujer montaña. Un recuerdo más: es el mismo escenario de siempre, la noche bufaba su peligrosidad -una ciudad que de noche se persignaba con sangre de sicarios y de malos dílers-, esa misma noche destrozaron el cuerpo de dos universitarios y los dejaron delante de sus casas como un gesto de conmiseración "ya no los busquen, están aquí y ya no nos deben nada"; esa noche llegamos a su casa luego de intoxicarnos en un bar de pésima categoría, tan así que bien se ganó el sobrenombre de El Submarrano Amarillo, yo estaba en mejores condiciones que Olinca pero en peores que Mala. Recuerdo que algo discutíamos Oli y yo y en esas nos fuimos durmiendo, desperté respirando de su axila: sudor y cenizas. Desagradable. Me tiré a otro lado del suelo a terminar un sueño en el que una mujer me perseguía con euforia y yo la rehuía haciendo parkour por las calles.

Ayer pude correr cerca de 10 minutos sin cansarme. La distancia exacta es: de mi casa al centro. Luego de atender las cosas que tenía que hacer ahí, me envalentoné y me dije que si muy hombrecito, a ver si lo hacía de nuevo. Casi: lo terminé en dos tandas, pero casi no me paré. Llegué a bañarme y mi ropa estaba realmente sudada. Se debe a la natación, pensé de rato, cuando iba caminando al trabajo. Me enseñé a respirar y a exigirle un poquito más al cuerpo cuando lo estoy castigando. Casi siempre, en los últimos 100 mts de nadar, K y yo competimos, y aunque ella tiene mejor condición, le gano. La última vez estuvo muy cerca de mí casi todo el trayecto, zambullía la cabeza y veía su braceo a la altura de mi rodilla. Un día de estos me alcanzará al menor descuido, al primer calambre, en una mala respiración. 

9 de julio de 2017


Gracias a tus manos doy
Por haberme aguantado
Tuve que quemarme
Pa'llegar hasta tu lado

rené maltête

2 de julio de 2017

De árboles y semillas que se secan

Ser Yamazaki-san no es cosa fácil. Tengo muchos pendientes con mi identidad de Yama: ir al IEA a preguntar sobre las revalidaciones, informarme sobre cómo apostillar documentos japoneses y algunas otras cosillas. Es divertido, tengo poderío nipón del ficticio (soy un godzilla), entro a instituciones como a la embajada, al Tec, a la UVM, a Relaciones Exteriores y siempre los agarro mal parados porque no saben de bien a bien cuál es el protocolo para que un extranjero estudie una maestría en la ciudad. ¿por qué alguien como Yama quisiera estudiar aquí? Tengo (es decir, tiene) un par de razones. A veces, Yamazaki-san llega cansado a casa, prende el televisor para que haga ruido y se echa a su cama con ropa ligera para leer un poco; trepa la noche y se descubre sin planes para divertirse. Lo reflexiona: ¿qué hará esta noche Yama?

Hacer amigos. ¿Por qué, si nos respetamos aunque no nos entendemos y, de hecho, nos somos interesantes mutuamente, por qué no nos hemos integrado más aguascalentenses y japoneses? Ikumi dice algo que es de lo más esencial para entender por qué: ¿y dónde? ¿cómo? ¿cuáles son los espacios para relacionarnos?. No puede ser en la calle, no puede ser en el trabajo. Y peor aún, hay un dato sombrío y triste: ni siquiera los japoneses son amigos de otros japoneses, las empresas temen al espionaje empresarial (cosa seria que casi cualquier empleado de aquí solo lo imagina en las series), los directivos de las empresas les impiden amistar mucho menos con otros japoneses. Entonces, el empleado nipón tiene pocas opciones: puede relacionarse sólo con empleados de su misma empresa (lo cual es lo que más sucede) y relacionarse muy poco porque, aunque la relación pretenda ser afectiva, pocos son los que hablan japonés o inglés o español, según sea; o también puede intentar amistar con vecinos, compañeros de algún club o con algún desconocido que en la calle los detienen para querer practicar su nivel de japonés, pero sucede el gran detalle: siempre queda la incertidumbre de si es posible confiar. Desconocidos, a fin de cuentas. 

De árboles y semillas que se secan. Mientras una mujer ve caer los pétalos de las jacarandas e, imaginativa, observa a una persona asiática dividirse entre sus orígenes y la ciudad donde vive, un hombre toma de la mano a un niño también asiático para cruzar una calle. Es la primera vez que lo hace luego de ya casi 3 años de convivir con él. La relación siempre había sido un tanto formal y distanciada, el hombre instruía al niño sobre como conjugar en español: yo, tú, él o ella. Son los últimos días de estar con él, por eso a la madre del niño ya no le importan las clases de español y da permiso para que el hombre y el niño puedan caminar dentro del residencial. El niño juega a arrojar piedras a un lago cercano al lugar y el hombre lo ve, piensa en que la infancia es un estado universal y que cualquier lago, piedra y niño de cualquier lugar en el mundo tendrán la misma interacción. Como suele hacer el hombre, practica las despedidas con tiempo para que no lo tomen desprevenido. El niño le platica de las cosas que hará en Tokyo, lo intuye un poco: la multitud le hará perder un poco de su identidad, se disolverá. El hombre le comenta que verá más los cerezos porque ahora estará en Japón en todas las estaciones y no sólo en primavera o verano. El niño asiente, además agrega un dato: aquí los cerezos no florecen, su familia intentó cultivar semillas pero murieron; a decir de sus papás, los botones de los cerezos necesitan de un frío extremo antes de entrar al calor para poder abrir flores. EL hombre lo recordará. Ahora el hombre está sentado frente a su escritorio, escribe lo poco que siente de despedirse de un amigo así como el niño. Mientras lo hace, mira a su pequeño árbol que deja junto a la ventana, está más amarillo de lo común, sus hojas caen secas, moribundas. 


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