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19 de diciembre de 2022

distancias

Tú esperas que crea, que al apartarte de mí me estás haciendo un bien. Deja los protagonismos de lado, de ser así me habrías evitado desde hace mucho. Pero está bien, prefiero que no me digas nada y que tú supongas tus cosas y yo las mías hasta que el engaño nos apacigüe a los dos.  

Te miro de lejos. Tengo tantas preguntas que te quisiera hacer. 

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Cuando recién llegas al trabajo, te veo salir del auto y tomar tus cosas así como lo haces siempre: lerdo, con pequeñas pausas verificando que sigues el protocolo para no olvidar nada; y te veo en los ojos esa mirada tonta y triste. Pienso: "Tal vez le ocurre lo mismo que a mí". 

A veces, si me ves me saludas: levantas la mano derecha sin agitarla y después la bajas; finges que tienes prisa y abres camino hacia donde yo no voy para que no nos encontremos. ¿Sería tan incómodo que ocurriera eso? ¿Nos cambiaría el día por completo con solo un par de palabras? Me evitas así en la entrada, en la salida y entre los corredores de este lugar. Algunas veces, si estás muy cerca me miras a los ojos. Algunas veces.

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Sé que has estado mal aquí y allá, con esto y lo otro, y siendo como eres, estoy segura que no puedes con tanto, aunque pretendas demostrarnos que sí, que tú puedes solo, que vas a sobrevolar estos reveses como un aeroplano. Quisiera que me trataras de engañar con eso, pero estas malditas distancias... ¿Por qué no me platicas? ¿Hay alguien más con quien ahora lo haces? Te he visto salir con ella, me inmuto solo por dentro con un celo que me vibra del estómago al pecho; y como yo no puedo parar de pensar, te imagino a su lado con tu carita triste parloteando cosas del optimismo idiota que sacas cuando quieres animar a alguien o que te animen. 

En verdad detesto ese parloteo tuyo.

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Estoy en las oficinas de mi trabajo. Tecleo con las manos frías. Es una enorme caja que nos hela a todos los de aquí, aunque tengamos suéteres y bufandas. En otro momento, te lo habría hecho saber con un mensaje: que tengo fría la nariz como aquella tarde, y pretendería sacarte una risa cuando lo recordaras. Sé que te reirías al leer ese mensaje, estoy segura. Pero ahora es más complicado solo escribirte unas palabras como estas que pienso. Tú siempre tan ocupado, no tienes tiempo para mí, no tienes tiempo para esto. No, es otra cosa: estás con ella. Yo no quisiera molestarte. Molestarlos. 

Ahora estoy en casa. Preparo y sirvo la cena, alimento a los perros, arropo al hijo. Todo listo, fin del día. Me coloco en mi lugar de la cama y yo quisiera por fin disponerme al sueño, pero me asalta este pensamiento:

    ahora duermes con ella; en este momento están juntos en un nudo de brazos y de piernas; empalman el rostro encima del otro y se hablan entre susurros. ¿Ella tiene la nariz muy fría?

Aquí, en mi lugar de la cama, me gustaría creer que piensas un poco en mí, y si no, está bien. Y si no, está bien. La persona a mi lado me pregunta que si puedo apagar la luz. No le respondo. 

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Has estado guardando tus sentimientos, se te nota en la cara. No sales a desayunar con los demás, pospones las reuniones del trabajo y además has vuelto a fumar. He estado cerca de ella ahora que se distanciaron. Sabes, todo lo que haces me descoloca de la situación. ¿No deberías estar bien con ella? ¿Qué te lo impide? No sé... no has hurgado bien entre tus sentimientos, entre tu pasado... no has dejado de sentirte apenado y con miedo ante las posibilidades de la felicidad. Y es que, además, eres tan mezquino aunque hagas creer a algunos que no, que pobre de ti, que eres una persona atormentada contigo mismo cuando eres tan solo tú quien revuelve a las personas como en trampas de arena.

Estoy muy disgustada contigo; de tu falta de determinación y de tenacidad. Deberías estar bien con ella ¿Qué te lo impide?