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22 de junio de 2018

A la cuenta de tres:

Uno:
Recuerdo más o menos que sí, que había un tiempo en que no tenía miedo de decir qué pensaba y hablaba casi siempre de corridito sin que la viergüenza me pusiera una pata para tirarme de nariz al suelo. 

Qué pena me da ahora hablar y qué coraje me da ahora el mundo cuando me equivoco

¡Malditos mequetrefes!, grito a veces para desahogarme luego de mirar a todos lados para asegurarme de estar solo, no vaya a ser la de malas

No vaya a ser que me encuentre a ese que digo que tanto detesto -aunque no sea cierto- y nos hagamos de puños

No vaya a ser que alguien crea que en verdad estoy fúrico por maldecir a nadie y me quiera dar cátedra de controlar el enfado

No toleraría de nuevo escuchar que me tranquilice, que respire, que respire, que ya va a pasar. 

No! No lo toleraría! He dicho que no! 

Y sabes qué haría?:

Alzaría mi puño con el índice erguido y... y... 

Qué pena decir...

Dos:
Porque da pena y da escozor que te encuentren siendo quien eres:

Soy el furioso, soy el que grita para desahogarse, soy el que tresta... tarasta... trastabillea 

Qué pena hallarse a uno siendo quien es. Como olerle el aliento, verle el acné a alguien; encontrar una lágrima o un moco en la cara del otro, o las dos cosas más un gemido. 

Qué pena ser alguien que llora -cúbrase bien el rostro cuando llore y asegúrese de gemir en silencio, no vaya a convocar al abrazo-

Yo pienso que somos más nosotros cuando lloramos que cuando reímos. 

Por eso, cuando practico ser yo, me asomo a un lado y al otro para sentirme en secreto y me dispongo a la lágrima para que caiga al suelo sin que nada la detenga

Sin que nadie tenga que decirme ánimo, ya va a pasar, ya va a pasar, respira -como si no hiciera tal cosa-

Y media para las y...:
Recuerdo más o menos que sí. Que era valiente por mi inconsciencia: amarraba los dedos y apretaba los dientes, y a la cuenta de tres hacía eso que no me animaba 

Decirle a Jazmín que me gustaba aunque su boca no fuera fresca,
Apurar el vaso con la bebida
Saltar de bruces al río 
Y hasta detener la mota en los pulmones 

Ahora a veces me digo que voy a contar hasta tres y que por favor, al final de la cuenta, que ya se haya ido eso que aqueja 

20 de junio de 2018

Pláticas


Escribiré aquí algunas conversaciones muy graciosas que amigos han tenido con otras personas y me han platicado, y que no quisiera olvidar por lo mucho que me hicieron reír. 

Baruch vs los deberes de la casa

Entra ella al hogar -desde el camino a casa ella se repetía “si Baruch no lavó el baño me voy a encabronar, si Baruch no lavó el baño me voy a encabronar, si Baruch el baño encabronar; Baruch, baño, encabronar”. Al cruzar la puerta, Baruch se levanta con estrépito del sofá y suelta el mando del Xbox. 

-Valenzuela, ya veniste- le dice con voz nerviosa

contesta ella con desgano, lo mira adormilado, como si no se hubiera movido del sofá en todo el día 

-Baruch, ¿verdad que hiciste ya tu parte de la limpieza?
-este... quería hablarte de eso

Valenzuela se muerde la comisura de los labios y se tuerce un poco los dedos para no estallar. 

-qué me querías decir sobre eso? 
-estaba pensando en que yo no debería limpiar el baño...
-qué estás diciendo, Baruch? Ya hemos platicado que todos vamos a hacer algo...
-Claro-claro, no es eso, me refiero a que yo debo hacer otra cosa, pero no el baño, eso no me debería tocar a mi
-Baruch...- a ella se le rompía la pasciencia
-es que, sabes? Estaba pensando en que yo no debería lavar el baño porque yo no lo ensucio 
-qué estás diciendo, Baruch? 
-sí, es en serio. Siento que yo no lo ensucio
-pero Baruch, todos usamos el baño, es el único de la casa
-ah claro, sí lo uso, pero no lo ensucio
-por dios, Baruch... 
-es que deja te digo... yo cuando hago del dos, procuro que todo se vaya por el agujero del retrete y luego luego de que hago le jalo a la palanca para que se vaya rápido 

Cuando me platico Valenzuela yo estallé de risa, pero ella al escuchar eso no daba crédito. 

-Baruch, es en serio lo que me estás diciendo?
-Sí, en serio, todo lo hago rápido para que no se ensucie el baño, no son ni 20 segundos
-no puedo creer que lo digas en serio. A ver... mira: cuando haces popó... 

Y luego le explicó de manera detallada sobre hacer del baño y sobre cómo hay gérmenes en todas partes. 





¿Por qué no haces caviar?

Él llega a casa luego de trabajar, su madre le sirve de comer frijoles y le dice

-siempre comemos lo mismo. Ya un día deberías hacer otra cosa, ¿por qué no haces caviar?
-y eso qué es? 
-pues carne, jefa, ¿qué más?

9 de junio de 2018

Apuntes VIII

El método 

A veces esta presencia extraña entra con calma y con sigilo, pero a veces con calamidad, cuando quiere que inevitablemente me dé cuenta que está aquí, que entró al romper la ventana o por algún otro hueco de la casa que Athá-Ilá y yo no hemos cubierto aún. Cuando entra de esta manera, logra hacernos más daño.

Esta mañana ha entrado de nuevo así -con furia, dando portazos en cualquier planicie-. Ilá reposaba en el sofá junto a mí y yo recién había tomado un libro y me disponía a leerlo, pero entonces escucho el escándalo de su llegada y le hago la señal a Athá para que sigamos el protocolo que hemos practicado durante tiempo.

La señal es ésta: sea ella o sea yo quien identifique la intromisión, nos miramos a la cara y gesticulamos como si fuéramos a lanzar un fuerte grito, pero sin separar los dientes, y cuando el otro lo ve, hacemos lo mismo para confirmar el entendimiento i got it, roger-roger.

El protocolo es éste: es difícil, pero la historia de los magiares y los bereberes nos ha demostrado que funciona -Athá-Ilá dice que lo leyó en un libro especializado en estas conductas, y le creo: fingimos nuestra desaparición, es decir, simulamos que no tenemos alma, que solo está nuestra parte orgánica con un mínimo funcionamiento, como respirar, parpadear, salivar, mover los bigotes y las orejas.

Los resultados son éstos: la última y única vez que pusimos en práctica nuestro método, nos había tomado por sorpresa; Jugábamos a que Athá me perseguía para morderme y yo escapaba de ella por toda la casa, dando tumbos y traspiés (nos divierte en demasía este juego porque a ella le da gracia verme dar estos saltitos para esquivar sus duras dentelladas y a mí me gusta que gastemos todas nuestras energías antes de dormir), aconteció, entonces, que entró esa presencia extraña y lancé mi careta a Athá para advertirle, pero ella no se dió cuenta y no se detuvo, me empujó con su enorme fuerza y caí con estrépito al suelo, aún así, conseguí lanzar de nuevo la señal y por fin, Athá-Ilá lo entendió. La presencia entró a la habitación donde estábamos con un fuerte grito, como si le llorara a un muerto, pero ni mi compañera ni yo hicimos nada, y nos recorrió el cuerpo completo y nos jaló un poco de los párpados para que lagrimáramos con ella, pero nos supimos comportar y no dijimos nada, ni nos pronunciamos al respecto hasta que se hartó de olisquearnos y se marchó. Esto fue un gran avance, porque en otras circunstancias hubiera hecho notar que me enfurece que hostigue a Ilá, y al hacer eso, la presencia queda satisfecha, regresa de nuevo al lugar por donde entró y pega una risa que dura en la casa durante varias semanas sin que Athá-Ilá o yo podemos ignorarla y esto, está demás decirlo, nos saca de quicio.

Esta mañana estamos de nuevo a prueba: entró de nuevo esa presencia extraña a la casa, tiró un portazo a la pared y se dirigió a nosotros (en la casa siempre estamos juntos). Ella envía la señal y yo la recibo. Esta vez la presencia parece entender lo que sucede y toma una nueva forma, la mía. Se acerca a Athá-Ilá y le grita que detesta su compañía siempre simulada e hipócrita, que la odia porque de nada ha servido haberla inventado y fingir que a veces estamos contentos "para qué demonios me sirve inventar una Athá-Ilá que sea inútil y melancólica" le grita, pero Ilá no responde, mantiene la respiración larga y tranquila que teníamos ensayado. 
Como no funcionó con ella, vira conmigo con la forma de mi compañera; se sienta delante de mí y me tuerce los labios con un gesto malicioso "no estás fingiendo nada, este eres tú y este es tu comportamiento natural, ser una persona inmovilizada y sin trascendencia, y si te crees que al alejarme y cerrar las puertas y ventanas las cosas van a ser distintas, debo decirte que es un enorme fallo tuyo, porque tú crees que tu vida se desploma por mi culpa cuando sabes que esto no es cierto, yo vengo a recoger los restos de lo que tú te provocas", pero tampoco digo nada. 

La presencia dice que con eso es suficiente y se retira. Yo, desde donde estoy, miro a Ilá y ella también me mira, no nos decimos nada. Mantenemos esta pose durante toda la tarde hasta llegar el anochecer. Después dormimos de la misma manera sin decirnos nada.


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6 de junio de 2018

De cómo perdí la vista

Para qué discutir sobre lo que seremos si aún no sabemos lo que somos
Granada. K.G.

Uno.

Crucé por todos los pidemontes al norte de Bisharrí cuando tenía 14 años. Me perdí entre las cordilleras y los altos cedros y ya nadie supo de mí, ni de mi nombre, y pocos fueron los que me buscaron durante algún breve tiempo.

Llegué al Bosque de los Cedros de Dios y encontré al loco que vivía ahí. Le lloré y le dije que estaba perdido y él me dijo que qué más daba. Le confesé que yo quería salir. Me preguntó que si ya había encontrado lo que perdí y yo no entendí que quería saber con eso: Yo había huido de casa porque estaba fúrico, recordaba el rechazo de los padres y padecía aún el dolor de perder al hermano único ¿qué hacer ante tal desplome?

El loco me dijo que me quedara aquí y que tendría la alegría del olvido.

-Este es el bosque de Dios, y ellos -dijo al colocar una palma sobre un cedro-, ellos son los hombres que le han orado durante cientos de años.

Agradecí sus palabras y viré. Yo no he querido ser nunca un árbol, siempre he querido ser un pájaro de largos tañidos.


Dos:

Yo no soy policía ni de lo moral ni de lo inadmisible. El loco lo sabe, por eso puede andar desnudo delante de mí, o decir las cosas que dice sobre la gente. A veces quiero ser como el loco y decir las cosas que pienso desde lo más oscuro de mi corazón.

Algunas noches, cuando el loco finge no verme, simulo que lo hago: me desnudo y me coloco delante de los charcos y dejo caer mi Yo con estrépito. No sé si soy una pequeña hoja que cae de un árbol seco o florido.

Tres:
A veces el loco desentierra los hombres dormidos que hay en las raíces de los Cedros de Dios. Hoy adopté uno, nos ponemos de frente para platicar:

-Hace cientos de años, tal vez muchos más, las contradicciones eran más fáciles de resolver. La fe era ciega y absoluta aunque el llamado del cielo también era mudo.

No entendí. Nunca he querido entender.
Le ofrecí arándanos y dátiles, le ofrecí rodear otros árboles lejanos al de su custodia.

-Mínima liviandad, compañera de mi cuerpo ¿en dónde estás?

El loco le susurra que aún no es tiempo de volver, lo arrastra de la mano hasta su nicho. La mayoría de ellos, dice mientras rocía el cuerpo del hombre con tierra húmeda, la mayoría de ellos duermen incompletos, intranquilos.