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13 de enero de 2011

Las pisadas marcan caminos;
las sendas son multiples y se bifurcan con el andar.

Soy el protagonista de esta mi epopeya -porque dios así lo quizo y no se le debe de juzgar- y me gusta que así sea. Me gusta verla cantar sus tangos tan amargados mientras sus pinceladas manchan de aguarras sus lienzos.

Algo falta en el marco. Eres tú, píntante al óleo. De bermellón te quiero ver y quiero verme yo.

Luego, de pronto, aun no se hace de día y un regordete mirón -cinematográfo- rueda tu guión. Grábame adormilado, en duermevela. Yo fingiré que no sigo tu rastro ni tu perfume y que mucho menos busco tu boca.

Mira a donde nadie miró. Dispara, fotografía y vela mis miedos.

Noche de música superlativa: tristísima con tordos pesimistas. Me encanta verla sonriendo en mi escenario. Me encanta que hasta en el lodo se pueda reflejar -porque es como una luz que nunca se apagará-

Para en la tarde de hace tres horas pasadas, resplandecerá un castaño fugas. Va a zarandear sus hilos punzocortantes y me quedrá acariciar los ojos. Yo la esperaré todo una vida en la banca y agradecere al tiempo si pausa,