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10 de noviembre de 2011

Cuentos de cien palabras cada uno


Idilio prohibido

A veces no puedo sopesar el recuerdo con el presente y perturbo el futuro para compasar los recuerdos amargos -tu párvula flor deshojada-.

…porque fingías perforar al cielo y yo de eso no sé nada, no sé mirar las figuras tan distantes, he perdido mi catalejo. Por ello, por tu visión –tus ojos del color de un diablo cobrizo- tan jubilosa que enreda y convoca la añoranza de mi mocedad.
Y es eso: tu manera de mirarme –que ignora longitud aún en el tiempo-, mi adolescencia fingida y que no puedo soportar el quebranto de una niña –de mi niña-.

Sombra de noche

Venía con los pies raudos dislocando las calles, quebrando rutas; venía entristeciendo a la noche que nostálgica me balbuceaba palabras que no quería escuchar. Aquél poso de penumbras, mirándome tan solo, me arrojó una sombra de cuatro patas, de hocico flaco, cola larga y dientes amarillos… De pronto pensé que aquella negrura me tragaría, que roería mi cuerpo o me masticaría, pero no, sólo me acompañó. Rodeaba mi cuerpo, zigzagueaba delante mío como un conjuró de protección, buscaba comida. Lo burlé: en una calle que bifurcaba descuidó sus ojos y lo perdí. Más adelante miré el cadáver de otro perro.

Omar Tiscareño