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26 de agosto de 2012

Luna de sal y otras microficciones

Siempre tenemos la incertidumbre de creer que hay algo más que sólo lo aparente, algo casi insospechado, como una falsa verdad. Hoy, por ejemplo, Susana ha mirado al mar por más de una hora, ver ese vaivén, ese cambio de aguas y de piedras, no es una rutina grata para quien deja todo y no recibe nada. Así gasta ella su vida, envejece por dentro y no se deprime porque quizá es una tristeza aún más húmeda el escurrir del alma.

Yo, por otra parte, le he conferido a Mónica todo mi arrepentimiento. No sé cuando me entenderá. A veces dibujo en esta arena su nombre, lo puedo leer aún desdibujado por el lengüetazo del mar. Susana me mira y no se ríe, pero estoy seguro que le causa mucha gracia verme confundido; anuda su pelo y se parece a ella,  el cielo se oscurece y su sombra se restriega por toda la playa, tararea la misma canción que de seguro ella inventó para que nunca deje de dolerme su presencia. Escucho como chilla su débil voz a través del viento fresco, me hundo en la arena de este infierno nocturno, y mientras tanto, la luna se hace cada vez más flaca.

Por fuera, nuestro panorama es idílico, es un paraíso de noche en la mágica Copacabana para una recién pareja.

-Omar Tiscareño-


La hondura de la vida

Deseo ver tu cuerpo infatigable bailando frente a la luz de este hondo pozo en el que me hundo, estoy a punto de ser el hombre que fue.

La suerte ehcada
Rumbo a la vereda de mi suerte echada, miro tus ojos y son una senda que se bifurca hacia dentro. 

Aojamiento
Vienen las raudales sombras con su cuerpo de fuego negro a dislocarme los pies, bailo esta nochería para que mi maleficio te encuentre. Arderemos en la misma hoguera, tu alma será la primera que se incinere.

-Omar tiscareño-