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14 de enero de 2013

El castigo onírico I

Me gustaría verte leer en un atardecer, cerca del mar, quizá. Yo estaría preparando el café, escribiría muchas cosas de ti. Tal vez estarías releyendo las escenas de Efraín y María, o algo de Bombal, entonces llorarías con ternura y yo también lo haría, aunque de satisfacción, porque tú serías mi mujer y siempre te procuraría, siempre buscaría nuestra estrella y la amarraría a tu lecho, tú me mirarías a los ojos con esa mirada buenamente desenfadada y sería tan hermoso poder decir que esto no es un sueño, que es la realidad, que ya no voy a despertar jamás.

Omar Tiscareño


De una extensísima serie de Microsuplicios