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13 de noviembre de 2013

Ene erre dá


Hola, blog, cómo vas? a veces te me distancias mucho (no-cierto, te escribo taanto y taaanto en los borradores).

ESCRIBO:
(sueño y beso)

He estado pensando mucho en los raudales de tu boca, en esos leves duelos de los labios. Ahora son apenas bofetadas de agua salada. "Apenas" cuando antes lo inundábamos todo y nos ahogábamos en una agonía que no iba a cesar. Y recuerdo inmensamente las mujeres que has sido, recuerdo el sueño viejo.

sueño viejo: dos aves, quizá metálicas, su chasquido de cuando se erguían me recordaba a nuestras bocas en su tenue juego de rozar y mojar; tú y yo, piscis azorado por la garra de un león, y un colmillo que se clava, bajo el agua turbia, sobre un cuero lastimado por el filo de su lengua . Tú y yo bajo los haces del fuego, sobre una ciudad mojada ¿lo recuerdas? éramos tú y yo, viéndonos y viendo la ciudad. 

dos aves, poderosas por su liviandad metálica, las veíamos desde lo lejos, sus envergaduras eclipsaban al sol. Tú y yo, como coronados por la insipidez, las veíamos, reñían entre sí, se punzaban el pecho. Las aves, con su eco férreo, se desplomaron y tú y yo queríamos llorar porque las aves eran tan nuestras, recuerdo que nos abrazamos, y en el abrazo nos picoteamos los cuerpos. Las aves eran tan nuestras y tan nosotros.

dos aves, vencidas por el abrazo que no se supo dar cayeron con el corazón de frente. Una cayó en agua, la otra en tierra. Luego nos miramos: tú tan brisa, yo tan polvo. Recuerdo escucharte llorar.


Tiempo después, no sé en qué páramo difuso de la ensoñación, te encontré recogiendo los vestigios de lo que somos. Estamos hecho para deshacernos, para unirnos en el desplome, para reconocernos de memoria en esa parte de carne que hay frente a los dientes.

Está bien, son pequeños sorbitos de agua. ¿Y qué? así se bebe el té, así se catan los buenos vinos. Uno va por el mundo inhalando en pequeñas porciones las corrientes de aire. Nadie se queja.