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1 de junio de 2015

Lenguaje de gestos (¡Vas a ver!)

Alguna vez leí algo sobre sobre lo afectivo que podría ser cruzar los brazos siendo profesor, cosas de micro enseñanza. Según eso, los alumnos, casi sin querer, interpretan en el profesor una conducta de rechazo. Hay un tanto verdad en eso del lenguaje corporal, pero no es una verdad absoluta; además,las interpretaciones se prestan a equivocaciones: a veces el profesor sólo quiere cruzar los brazos.

Uno puede andar por la vida leyendo cosas que no están escritas, ya sabes: leerle en el rostro las preocupaciones que tiene tu amigo, el que debe en Coppel; leerle en las manos la verdadera edad a tu tía, la que se ha hecho cirugías; leerle las intenciones que tu maestro de inglés tiene con Laura cuando le mira las piernas e incluso leerle las artimañas que Laura está usando para aprobar inglés.

Verónica va caminando tranquila hacia el norte, de pronto se detiene como interrumpida por algo invisible, chasquea los dedos, presiona los dientes y dice ¡Chin!; da media vuelta y se apresura hacia el sur: algo se le ha olvidado.

¿En verdad es eso?

¿Cuales son los signos que sí se pueden interpretar?

Recuerda este ejemplo: un hombre saca una cajetilla de cigarros de su chaleco; saca, después, un cigarro, lo coloca en su boca. Entonces busca nuevamente en su chaleco. ¿Está buscando un encendedor?

Las obviedades no son tan simples de afirmar. ¿Qué hay en los gestos para decir que no hay ninguna otra posibilidad de interpretación?

A todo esto, ayer caminaba por un parque; un niño jugaba con su hermano a golpearse con una pelota. El mayor la arrojó con saña hacia la cara del menor. La sangre le escurrió como cascadas teñidas. La madre, mientras lo atendía, miró al mayor, no le dijo nada, ni siquiera balbuceó algunas palabras. Levantó la mano mostrándole la palma y la agito hacia atrás y hacia adelante. El niño ya estaba condenado.