I
Qué remotos me resultan ahora los abrazos, pienso, mientras me aferro con fuerza al cuerpo de una mujer aun reciente.
La mujer arquea su espalda para atrás hasta lo sorprendente, exhala un grito que se evapora enseguida y cae en dos partes. No puedo creer que yo la haya dividido, ni siquiera la sentía.
II
con mis manos guardo mi rostro
y lo escondo para que nadie lo vea:
me avergüenza llorarte.