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3 de abril de 2016

Ficción de hace cuatro años más o menos: Juan Pablo, drogas duras y un hombre muerto

Nos adoptó y fuimos a su casa A, C y yo. Compramos cervezas. En esos tiempos yo solía embriagarme y tomar las cosas muy a la ligera. Ese día lo hice.

Vimos películas Gore y conciertos de bandas metaleras y de punk-core. Nos divertíamos sorbiendo un trago cada que aparecía el público destrozándose el cuerpo en el slam.

De rato, Juan Pablo prendió la compu. Nos enseñó fotografías de un amigo suyo: le hacía gracia drogarse con cocaína y jugar con una navaja, las fotos que veíamos en su computadora eran de  esa persona rasgándose el antebrazo con su juguete: la mirada enfrascada al vacío y un corvo dolor en sus labios. 

Llegó su compañero de piso. Olia a mota, Juan Pablo dijo que es lo más leve que se mete al cuerpo. Saludo cordial, palabras entrecortadas y vómito. Cayó de bruces al suelo y nadie quiso levantarlo (probablemente ahí permanece.) 

Seguimos viendo fotografías en la computadora de Juan Pablo. Gente intoxicada en toquines caceros. "Ella es Dolores Castro, siempre se la cogen cuando cuando hace fiesta en su casa; él es Leonardo, ese cabron inhala pegamento todo el día, es muy buena persona, siempre se despide de abrazo".

En la pantalla: un hombre en una carretera, tendido boca arriba; la sangre le sale de la boca y de la nariz y se encausa para dibujar un río pequeñito, ese río parece haber goteado y goteado hasta dibujar un lago un poco mas grande que la circunferencia  de la cabeza. "A ese hombre lo atropellaron en tercer anillo, cuando llegamos ya había muerto". 

Luego de varias fotos más, apagó la compu y platicamos de cosas que tenían que ver con su empleo, la universidad y la chava que dejó embarazada en Jesus María. 

Después de todo, mis amigos y yo fuimos a comer tacos para bajar avión y cada quien regresamos a las casas de nuestros respectivos padres.