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13 de mayo de 2016

Un espiral de olas que se alejan

Leo un poema: "Vuelo tendido como un grito..." que se da en la noche, completo el verso: que se da en una noche como esta, aquí y ahorita. Cierro el libro, pero dejo un dedo en la página.

Yo lo daría: pegaría un grito largo-largo para que se tendiera por toda la noche, y me iría con él. Sería más bien un alarido, un aullido, un chillido; no-no: sería un horrísono -¿te gusta esa palabra? a mí también-; alertaría a los pájaros, estremecería el alambrado, y las hojitas secas de los árboles grandes se caerían -para que pudieras recogerlas, claro, y las guardaras entre tus libros; para que forraras los cuadernos de notas que te haces a mano; para que las pisaras cuando vas con prisa adonde sea que ahora vayas.

Quiero dar un grito que quiebre el sueño de los vecinos y los haga salir, que los haga buscar a un loco, a una mujer violada, a un joven con un cuchillo enterrado en el ombligo (es necesario que sea justo en el ombligo), a una madre con el cuerpo de un hijo frío; que los haga buscar a algo que no sea, ni se parezca, ni se remita a mí -aunque tú bien sabrías que soy yo, y te daría risa o te daría pena, y te pondrías roja-roja como si hubieras sido tú a la que sorprendieran y te enfadarías conmigo por haber hecho algo tan estúpido sólo para llamar la atención, tú atención; no me lo dirías, pero me creerías estúpido, y harías... harías... ay, ¡no sé qué harías!

Si me animara, daría un grito tan fuerte y tan desgastador que me desmayaría y me haría caer de cara al suelo; me abriría la ceja con el golpe y me saldría un chorrito de sangre parda. Dormiría por horas, luego días y luego años. Despertaría solo para verme morir y lo haría en silencio -¿qué estarías haciendo tú durante tanto tiempo? ¿te darías cuenta de que pude envejecer sin ti?

Abro de nuevo el libro: "El viento quiebra/ un espiral de olas que se alejan".

ort