Estoy hendido de ti, como una flor que creció en un árbol seco y agrietó sus costras.
—
Digo que ya no escribo aunque todo el tiempo pienso en lo que podría escribir si tuviera más determinación. Me digo, escríbelo, no puede ser tan malo.
Ahora soy más consciente de lo que la literatura es en mí, soy más consciente del don que se me ha dado (hay algunas habilidades más pequeñas que otras) y que es un fruto cuando soy amable y soy sincero conmigo, y un castigo cuando no.
Es difícil vivir de la imaginación. Ni siquiera es propiamente lo correcto, aunque es gratificante cuando son varias las personas que están imaginando al rededor de lo mismo, como orbitar una lengua.
—
Soñé contigo de nuevo, creerás que soy un loco: sabía que había sido una premonición porque sentí lo mismo que dices sentir cuando se esplende.
Esplendí y luego esperé los días y esperé las noches,
y ahora que estás aquí (nuestra sonrisa y nuestro llanto al filo de lo primero que suceda), ahora que medimos lo mismo de anhelo, de cautela y de la insensatez, dejamos que ocurra el silencio en nuestro abrazo hasta hincharnos de nosotros.
Estoy hendido de ti