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13 de junio de 2011

Qué puedo hacer.

Me embarró su expresión, salpicó su risa en mis ojos secos y la vi reír.

Y aún no la dejo de ver, qué puedo hacer.

Dibuja caminos de mi pecho a mi boca,  de mi boca a la suya y me pellizca con sus dientes(el cerebro se me contrae), sus palmas se me adhieren a mis pómulos y no se despegan y no quiero que se despeguen, quiero jugar con su lengua que se escapa como hielos en el piso. Quiero encorvarme más, quiero que la punta de sus pies no se cansen y que sus uñas se entierren más.

Y dónde está aquél sol agotado, dónde están las nubes austeras, por qué no me duele acordarme de Nelly si siempre que la pronuncio el corazón se me debe hacer pequeño, pero ahora no, hoy la podré mencionar cien veces y en nada me afectará y todo el día diré Nelly y Nelly no escuchará, y allá donde esté, sea en el cielo o sea en el infierno, Nelly sentirá que alguien la llama y no se acordará de mí y todas las veladoras que por su nombre prendí se reirán de mí y yo las apagaré con el débil viento que surge de mi voz cuando digo Nelly.

Y dónde está mi paisaje sombrío, mi alma desmenuzada, qué puedo hacer.

Todo lo remienda, todo lo teje, hasta la luz, hasta nuestros alientos, nuestros dedos...
Su cara, su dios. Su dios me ampara. No diré que se parece a María porque no quiero ofender a ninguna.

Hay un paraíso robado, uno más, uno que he vuelto a robar, pero qué puedo hacer, qué hago, dime tú