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5 de junio de 2012

Juego de sombras

A veces pienso que germinará su sombra del fuego y me arrastrará a su venero, que yo, placido y sosegado, como el cordel de sus cabellos, me perderé cuando me nombre, y que ya perdidos los dos, le diré que la quiero, pero creo que exagero y que debería de ser más valiente, pero nunca puedo:

El sol, tan vertical como es, incendia la copa de los árboles; yo estoy debajo de uno de éstos, esperandote.  Luego me nombras con esa voz que reconozco por su frescura, siempre estás sin la necesidad de sentir calor. Me das agua de cántaro que brilla por los rayos del sol: "es agua de luz", pensé.

Laura, que ya te había encaminado hasta acá, se fue por otro sendero, cosa que me parece bastante bien, ya hace tiempo que no caminamos sólos. Hablamos, después de tanto silencio, de lo que es misterioso, de si existirán las cosas cuando no las vemos, de cómo será Saturno y, curiosamente, caminamos por lugares insólitos, más adentrados al cerro, alejados del río, sin novedad humana. "Si no estubieras tú, pienso que sería como aquí", murmuro sin que te des cuenta. Jugamos a patear piedras, a perderlas y luego a encontrarlas, luego miro a tu sombra: se estira y se estira, le da vueltas a mi cuerpo, me enreda, encuentra a mi sombra y se van a jugar también. Me entusiasma verlas tan felices como nosotros. Prefiero no decírtelo porque ellas acaban de empezar y nosotros tenemos que irnos pues el sol se oculta.

Después, cuando ya no existes porque tu casa de devora, mi sombra se alarga, es más larga que yo porque el sol se termina, es como si quisiera ser un hilo que se alarga hasta alcanzarte. De noche, cuando estoy dormido, después de haber pensado en lo ocurrió de este día, imagino que mi sombra se escapa, que va a jugar con la tuya. Se va hasta tu cama, quizá, y les roba un beso a ti y a tu par. Tu sombra, confidente de ti, le revela secretos a la mía, le dice las cosas que haces, las cosas dices -una que otra majadería-, le dice las cosas que no me cuentas: por ejemplo que te agrado por mis ideas o por mi imaginación. Por último mi sombra, ya enterada de tus misterios, regresa y me dice al oído las cosas que de ti no entiendo y no sé si me doy cuenta. Despierto confuso porque de ti creo saber más de lo que es nada.

Llego allí pensando que estarás, que gritarás mi nombre, que beberemos luz, que jugarán las sombras y que está vez seré más valiente. Pero no, no lo será.

-Omar Tiscareño-