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6 de enero de 2015

Destornillar

Ayer reí hasta ya no más. Recordé una tarde en que tres compañeros y yo leímos ante un vasto público algunas de nuestras obritas.

En la presentación, otorgamos una pequeña semblanza de nuestra trayectoria. La mía fue la más pobre, nada destacable me adornaba. En mi preocupación por el vacío y la brevedad, comenté un premio fatuo de un concurso que a nadie interesó (casi podría decirse que gané por ausencias).

El presentador ensalsó está risible mención de mi semblanza y me parece (supongo por la altura de sus ojos) que le resultó interesante a la audiencia. "Obtuvo un destacado segundo lugar en un importante concurso regional de estudios de lingüística aplicada", dijo con palabras largas, in crescendo. En ese tiempo me sentí agradecido por el favor secreto, ayer que lo recordé reí como nunca antes.

Sentí destrozarme por la risa. Me desarmé, caí al suelo y me desternillé de risa. Y es que yo en la semblanza sólo había escrito "Segundo lugar en el lingüitón de la escuela".

Ahí,  en el suelo, torciéndome como culebra y llorando agua dulce, comencé a rememorar los logros que desde esa fecha a hoy he conseguido. Ya estando abajo y en pedazos, no me pude levantar.