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10 de marzo de 2017

Ahí va, ahí va

15 de octubre 2016


No hay crisis del cuarto de vida, lo ha superado de alguna manera. Se mantiene ocupado en varias cosas: ha conocido a una mujer a la que aún no asimila -hurga su cuerpo, sus días, y no puede creer que sea otra-; trabaja, por fin, en algo que puede proyectarlo o no, pero de ninguna manera lo dejará donde estaba antes- por fin deja de oficiar en estos trabajos que no eran nada, y que eran de todos los días-; se prepara para continuar estudios: lee algunos artículos de Villanueva,  Berkson o Blake; no entiende muy bien a Tomasello porque su inglés no es muy bueno y leerlo exige un doble esfuerzo, pero como quiera ahí va -practica su inglés con amigos japoneses o con su amigo seminarista que viajará de Ohio a Libia. Eso le da un poco de celos: su otro amigo, el programador, viajará de Budapest a Dinamarca; su otro amigo, el diseñador web, irá a Japón. Es un poco de envidia, es un poco enfado consigo mismo, ¿por qué el no está moviéndose, pro qué permanece en esa ciudad que no le gusta tanto?-; el padre del joven lo hizo enfadar, el joven se culpa, nunca supo establecer acuerdos con el señor, lo mejor hubiera sido huir de casa a tiempo -algo que también está preparando: ha comprado algunos muebles y se ha organizado con gente que podrían ser buenos compañeros de piso-; donará un órgano, la familia se queja, pero no cesa su apoyo -hubo una intervención, al final de ella el hermano lo abrazó, la madre se lamentaba aunque no dejaba de pensar que era lo mejor, la cuñada era un satélite en órbita, el joven lloraba como hace más de una década que no lo hacía, ¿el padre?, el padre puede irse mucho hacia los confines de ninguna parte-.
Hay amigos, hay videojuegos. Series, libros, muchos muchos libros (Paco Goldman y una novela que lo exasperan hacen que todos los días se descarne un poco). Está Scorsese, Iñárritu, la familia Coppola. Hay caricaturas (The hall of egress), hay muy poco animé. Hay mucho sol a pesar de que el día dura poco. Las noches son largas e inquietantes. Los sueños son cada vez menos recurrentes. En la mayoría de ellos aparece Nereida -el único nombre que le gusta pronunciar-. Siempre dedica una parte del día para pensar en ella, la rebusca en los libros, en las imágenes, en el polvo, en la hierba.
Ahí va, se repite de noche, cuando los días lo desgastan y a penas cabe en su cuerpo la voluntad de escribir algo que lo haga encontrarse consigo mismo. Ahí va, se dice y teclea, quiere que la escritura le dé el espaldarazo que lo haga insistir en los días: ahí vas, Omar, ahí vas.