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18 de julio de 2017

Perfume nuevo

Todas las noches, Negra y yo pasamos por un bar mequetrefe y poco atractivo que tiene mucha asistencia de la underground. La popularidad consiste en que sacrifican el aseo y las instalaciones por cerveza barata y Área de fumadores en casi todo el lugar. Dato menor: Prohiben el tabaco y promueven la marihuana. Clandestino, sí, pero con responsabilidad: son muy rigurosos en la entrada a menores y te asisten si estás en malas condiciones. Esas sí son hermandades. Como una broma sincera, Negra y yo caminamos despacio delante del establecimiento e inhalamos hondo, nos decimos "ojalá que hoy estén fumando mois, ¿no? ¿nada? mmm..." luego nos reímos de que el tiempo ya nos está dejando lejecitos de nuestros buenos años, esos en los que nos castigábamos el cuerpo a cambio de una noche interesante que ahora no sé bien cómo platicar, pero que siempre se justifica diciendo que me divertí mucho y que puedo asegurar completamente que creí ser feliz, sin importar si es cierto. Ay veces que el aroma de la marihuana es muy fuerte, pero no me molesta, lo contrario, ese incómodo aroma me recuerda a Olinca; ella siempre es un perfume nuevo. 

Ya bastante me he entretenido al escribir que ella no avisó que iba a llegar a estar conmigo, ella no pidió permiso para acostarse conmigo para nada más dormir, ella no preguntó si podía dejar sus toallas sanitarias en mi baño y sus suéteres en mi clóset; no le importó si leía otra cosa y me dejó sus libros para que los leyera, le valió madres que fuera reservado y me sacó a la calle de noche, ni siquiera supo qué pensaba de mi ciudad y de todos modos la destruyó e impuso la suya. Ya bastante he escrito que ella constituyó una ciudad entera sin nombre ni geografía, pero enarbolada, acuífera y profundamente nebulosa. Cuando me marca, se disculpa de que pase tanto tiempo sin hablarnos, le digo que está bien, porque siempre nos buscamos para darnos malas noticias. Como sea está bien. Cada día que pasa creo que la aprecio más y más valoro que la haya conocido. La Olinca, la mujer nube, la mujer agua, la mujer montaña. Un recuerdo más: es el mismo escenario de siempre, la noche bufaba su peligrosidad -una ciudad que de noche se persignaba con sangre de sicarios y de malos dílers-, esa misma noche destrozaron el cuerpo de dos universitarios y los dejaron delante de sus casas como un gesto de conmiseración "ya no los busquen, están aquí y ya no nos deben nada"; esa noche llegamos a su casa luego de intoxicarnos en un bar de pésima categoría, tan así que bien se ganó el sobrenombre de El Submarrano Amarillo, yo estaba en mejores condiciones que Olinca pero en peores que Mala. Recuerdo que algo discutíamos Oli y yo y en esas nos fuimos durmiendo, desperté respirando de su axila: sudor y cenizas. Desagradable. Me tiré a otro lado del suelo a terminar un sueño en el que una mujer me perseguía con euforia y yo la rehuía haciendo parkour por las calles.

Ayer pude correr cerca de 10 minutos sin cansarme. La distancia exacta es: de mi casa al centro. Luego de atender las cosas que tenía que hacer ahí, me envalentoné y me dije que si muy hombrecito, a ver si lo hacía de nuevo. Casi: lo terminé en dos tandas, pero casi no me paré. Llegué a bañarme y mi ropa estaba realmente sudada. Se debe a la natación, pensé de rato, cuando iba caminando al trabajo. Me enseñé a respirar y a exigirle un poquito más al cuerpo cuando lo estoy castigando. Casi siempre, en los últimos 100 mts de nadar, K y yo competimos, y aunque ella tiene mejor condición, le gano. La última vez estuvo muy cerca de mí casi todo el trayecto, zambullía la cabeza y veía su braceo a la altura de mi rodilla. Un día de estos me alcanzará al menor descuido, al primer calambre, en una mala respiración.