🚗 _ 🚓🚓

14 de julio de 2011

Juego de sombras

Germinará tu sombra del fuego y me arrastrará a tu venero;
yo, plácido y sosegado como el cordel de tus cabellos, me perderé en tu llamado.
Exagero. Seré más explicito: el sol vertical incendiando la copa de los árboles y yo bajo uno de ellos; tú, anticalor, gritando mi nombre. Luego me das de la agua que purifica tu cuerpo, agua de luz escuché por allá; platicamos un rato agotando al sol, le sacamos las brasas al piso con nuestro andar. Tu sombra se estira. Se estira y se estira, le da vueltas a mi cuerpo, me enreda, encuentra a la mía y se van a jugar un rato y tú y yo como anillos de Saturno, girando alrededor de un planeta insólito y desentendido, sin novedad humana. Después, cuando ya no existes porque tu casa te devora, mi sombra se alarga, es más larga que yo porque la antorcha se exhuma; imagino que quiere ser un hilo y llegar hasta contigo. De noche, cuando me acuesto, mi sombra desaparece. Se va a jugar con la tuya. Se va hasta tu cama, quizá, y les roba un beso a ti y a tu par. Tu sombra, confidente de ti, le revela secretos a la mía; le dice las cosas que haces, las cosas que dices -una que otra majadería-, le dice todo lo que no me dices, por ejemplo que te agrado por mis cuentos, por mis ideas, por mi imaginación. Por último mi sombra, ya preñada de tus excedentes, regresa y me inyecta las cosas que de ti no entiendo -sin que me de cuenta-. Despierto medio confuso porque de ti creo saber más de lo que es nada. Llego ahí creyendo que estarás, que gritaras mi nombre, que beberemos luz, que jugaran las sombras. Pero no, no lo será.

-Omar Tiscareño 11-