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31 de julio de 2011

Omar

Estaba allí en la sala leyendo el libro que me recomendó Omar, ese el de la fantasmagórica Aura. Es raro en mí, desde hace semanas que no veo las novelas, que no escuchó música de mis tiempos, ya ni siquiera hay mucho quehacer. Entonces estaba allí cuando llegó Juana a tocar la puerta, siempre viene a entretenerme cuando no tiene nada que hacer, ahora el pretexto fue ayudarla con un vestido que repararía. La senté, arrumbé el libro y ella me enseñó ese vestido. Luego escuché mucho ruido que venía del cuarto de Omar, eran las canciones que escuchaba cuando estaba en la prepa, las de sonidos tan feos y de berridos que me desesperan, qué bueno que ya no las oye, me acuerdo cuando le obligaba a que le apagara...

-Esque me quedo bien mocho de aquí...- me interrumpio Juana el recuerdo
-No pues ya se le va a ver bien feo desde el olán...- olvidé mi recuerdo.
-¡ay! qué calor, Elena, qué bochornos, ¿no crees?- me frustra que nunca sea directa ni siquiera para pedirme un vaso con agua.



Voy por el vaso a la cocina. Veo en el fregadero otra vez el maldito plato que Omar no ha lavado, lleva casi un mes ahí y le dije que yo ya no le iba a lavar nada aunque se mosquié la casa, ya tiene que ser mas sensato conmigo, no soy su gata. Regreso con ella, por el coraje se me olvidó su vaso y ella ya ni me dijo nada.

- Oye, ¿y cómo vas?
-Bien...- Ni le entendí a su pregunta, a veces dice cada mensada. Quizá lo dijo por la presión que aveces se me sube y en otras se me baja. Quizá lo dijo por mi ánimo.

Luego escucho que abren la llave de la regadera y Juana me sigue platicando cosas que a mí poco me interesan. Que su marido, que Pancho no se qué; nomas se queja. Yo también tengo problemas y no voy y se los cuento a la gente para dar compasión, pero ya qué, me tocó ser su vecina.

-¿Tú creeés, síiiií?- me cuenta con ese tonito que dice Omar nos distingue a los hidrocálidos.

Ya van como diez minutos que no sale del mismo tema y Omar todavía no se mete a bañar. Por eso nos llega tan caro el agua y nomas somos dos, ni cuando estábamos los tres (antes de que se fuera Pablo de la casa) nos llegaba tan caro como ahora, y es por eso, porque prende la compu, le abre a la llave y se tarda mucho en meterse.

-Ay, Juana, luego me platicas esque ya no lo aguanto- le dije tratando de inculpar a Omar de que la plática no fuera amena.

No me daban ganas de acompañarla a la puerta, pero quería asegurarme de que se fuera. En cuanto cerré la puerta me di la vuelta con la garganta preparada para gritarle a Omar. Ya casi le iba a gritar que la apagara a su música, que lavara su mugroso plato, que se metiera a bañar, pero me acorde que ya está muerto, que desde hace unas semanas ya no llegó a casa por irse a una de esas parrandas con Diego.

Se me contrajo el llanto y me escurrió por la cara. Me tire al suelo, como Magdalena apedreada pero sin protector, me quejé un ratito más de la vida, de Dios, pero sólo un ratito, el de casi diario.

Regresé a la sala, no a leer el libro sino a escribir este cuento de las cosas que Omar me hace imaginar, para que lo lea, si es que todavía lee, y que ojalá le guste; para compensar lo de hace meses cuando me enseñaba sus escritos y ni les entendía; para que me siga visitando y me ayude a soportar esta perra soledad.


-Omar Tiscareño 11-