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29 de mayo de 2012

La pequeña diferencia

Dos o tres veces a la semana me hunto crema anti-varices (anti celulitis) en la cara, no me preguntes por qué, en seguida paso a platicarte: la crema corporal está junto a ésta otra y ambas tienen despachadores iguales, tienen el mismo tamaño, no te imaginas lo parecidas que son cuando aún no estás del todo despierto. Sí, sí: terrible, terrible, no me doy cuenta hasta que arde, no mucho, pero me hace sentirme torpe.


Sigo enamorado.

A ella le parece romántico porque aparece en películas: el protagonista persiste irremediablemente por años, qué se le va a hacer, nada: está enamora-rá-rá... Esa historia yo me la sé. Pero no me importa verla de nuevo con ella -en una cineteca gratuita que proyecta de cuando en cuando-. Veamos, por favor, la misma película cien veces, la misma de ayer, o la de hace rato, pero no dejes de acurrucarte en mi hombro y dime de nuevo que esas cosas pueden pasar "sí, Omar, esas cosas pasan, hay gente enamorada, de verdad enamorada, sabes, y dicen muchas cosas, pero una mujer siempre desea sólo sentirse...", sentirse qué, no sé, el cambio de escena de Angelopoulos nos distrajo, Voula (la protagonista, malamada, además) llora, creo que se da cuenta de que puede ser amada, pero, al contrario, sólo ama. Esa historia también me la sé, la veo camino de tu casa a la mía: cuando cierras tu puerta, no sé si de verdad está cerrada. Es entusiasmante verte sonreir, es triste ser tu amigo, es bueno a la vez, pero no sirve si tu tienes hambre y yo sed.

Hoy se me ocurrió una idea que sé, puede cambiar mi vida: a una le quité el despachador para que no esté tan a la mano, mamá no se molestará, ella sabe diferenciar la una de la otra.

-Omar Tiscareño-