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10 de febrero de 2013

El castigo onírico II

Estaríamos, pues, en cualquier lugar. Digamos en la Italia, pues nos parece bella, ¿qué te parecen las costas de Palermo? Hablemos de nuestros oficios. Primero era burócrata, ahora soy editor, muy pronto traeré al italiano literatura que nos vio crecer. Tú, al principio ensayista de una revista local, ahora fotógrafa, por fin el grabado de luz. "Voy a retratar todo el cielo", "ahora tus comisuras", "mira qué bella ave, mira al gato que duerme: mece al aire con su suspiro, achica la realidad y se expande en el misticismo mágico", y mira la espuma del agua, siente el raudal de los vientos, la flor que segrega y que brota de entre la tierra, escucha mi voz que te alcanza, da vueltas en tus oídos.

Ahora estamos de frente, Alan Bean reflejado en la fotografía de un casco ingrávido; Narciso invertido en su humedad; yo despertando en un beso:

—Qué lindo tu cuerpo meridional.
—No es siempre el mismo.
—Tus ojos son como clavos.
—Son así porque así los hiciste. Y la gracia y la altura de mi sonrisa y la luz de mis ojos. Me hiciste para tu bien, no soy parte de ti: yo soy tú. Te enamoras de ti.

II

No te reconozco. Si de verdad fueras tú, serías otra. Tendrías el cabello más corto y la mirada lejana. Tu cuerpo me dice que esto es un mal sueño, seguro esta vez dormí sin ganas, discúlpame, he de haberte inventado cansado y sin ganas de dormir: el sol es oblicuo y gris, el viento es común y no percibo la brisa de la playa.

Alan Bean reflejado en el casco (medio cuerpo de Neil Armstrong)


Omar Tiscareño