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15 de febrero de 2013

El perro humanizado

I
Érase una vez un perro, uno miserable, uno que concebía lástima, digamos uno que era estúpidamente infantil, pero sin la gracia de la parvedad sino, por lo contrario, con el sufrimiento innecesario de lidiar con hombres inmaduros. Bueno, érase una vez un perro; sigue ahí.

II
Le lamió la suela y ésta (digamos "alguien") le pisó la lengua y le soltó un escalpelo con su desdén.

III
El perro, en su calidad de humanizado, escribe algunas lineas y se le tuercen, se le resbalan del papel por la farsa de sus uñas, luego se intenta rascar las pulgas que le cercenan el pecho por dentro.

IV
Regresa el sinvergüenza a olisquear el rabo de otra miserable que con gusto le alza la cola para que la penetre con su hocico, se olfatean la mierda del culo y sólo así se reconocen.

Omar Tisacerño  -Lo mejor de ti-