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5 de febrero de 2013

La crisálida muerta

Un buen día
las manos cruzadas,
la luna desgajada,
el frío una estrategia mañosa,
y al siguiente se va y la deja.

Lo de siempre.

Luego ella queda afectada
—al menos tú la comprendes—
camina sigilosa como el equilibrista
y tú que va a traspié persiguiéndola.

Después acontece milagrosamente,
por fin te ha mirado y se enamora de ti,
ahí está la oportunidad de desentrañar
todas las cosas que prometiste:
dos lunas desgajadas,
los veinte dedos trenzados
y los besos que le cobijan hasta el alma.

¿Pero qué te dice?

Te creo, pero no lo siento.

Estamos marcados por los que ya se fueron.
No nacerá la flor alada
para llegar a tus manos
porque murió en promesa de potencia.

Omar Tiscareño