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3 de enero de 2018

Vapulear sin querer

De la plática que repetimos algunas veces mientras se calienta el café

Negra me platica de sus cosas y yo le platico de las mías. Le digo que yo, siendo quien soy, no me daría la oportunidad de nuevo. Y es lo mismo que platico con Valenzuela.

Valenzuela me platica que vuelve y vuelve y vuelve a encontrarse con la misma persona. Se miran. Se besan. Y cuando hacen el amor, se golpean, pero creen que es sano porque dicen que es sano el amor. De eso es de lo que me platica Valenzuela, del amor y la violencia, de la sangre que hierve; del cuerpo de su chico, Vicente, sobre el cuerpo de otro hombre vapuleado, porque "Esta loco, de verdad está loco. Se juntan él y otros hombres para golpearse (...), se para delante del hombre que golpeó y se deja escurrir la sangre sobre él, como si se glorificara por haberlo lastimado". Ella me dice que si se puede superar la violencia, se puede superar todo. Yo pienso que la violencia es una bestia dormida, que despierta con hambre; que es un niño que derrama la leche y no pide perdón a nadie porque no fue su intención. 

Pero de lo que no platico con Valenzuela, es de las cosas mías porque me apena decirle en verdad cómo soy: Cómodo con las repeticiones, despierto con la esperanza de que el día no sea tan distinto. Siempre espero dormir un poco más. No me emociono de conocer nuevas personas porque creo tener la cantidad justa de mis amistades, con ellos hablo lo suficiente a través de memes y chistes repetidos, o juego FIFA los viernes que descanso (FIFA, Valenzuela; es en serio: ¡FIFA!). No hablo con Valenzuela sobre la chica con la que salía porque incluso a mí me da pena pensar en eso, pero sí le hablo de la chica con la que siempre pienso, pero se aburre de escucharme porque es una historia repetida y a ella le aburren las historias que se repiten, que se repiten. 

Por eso, cuando platico con Negra, las cosas son más cómodas porque tienden a ser platicas cortas que casi siempre van al grano, no vaya a ser que algo en el trabajo nos distraiga y nos deje a medias. Ella me platica y luego yo le platico. A veces, desde nuestras experiencias personalísimas, los grandes temas que contar son los mismos: una persona se vuelve a ver con otra porque piensa que será mejor que antes. Le digo que yo, siendo quien soy, no me daría la oportunidad de nuevo. Sin embargo, así están las cosas: despierto con la esperanza de que haya un mensaje que leer o durante el día pienso en cuál sería el hilo negro de su sonrisa y pruebo suerte en compartirle las cosas que me hacen reír; a veces no me parece tan tonto creer que los dos ocupamos el mismo espacio en el pensamiento (el donador de almas), pero que ella siempre está callada. Negra no me lo dice por completo -porque algo siempre nos distrae-, pero supongo que algo le pasó hace tiempo, hasta que se cansó de repetir.


De gente tan mala, tan mala, que no titubea y dice delante de toda la familia que ya no cree en dios

Supongo que Valenzuela vuelve con su chico porque no lo ve como una repetición (hard reset cortesía del apetito sexual), sino como un nuevo comienzo. Entonces lo ve y no encuentra al hombre que vapulea o que le muerde los pezones con imprudente fuerza durante el acto, sino a una persona que tenía un oscuro pasado que poco a poco ha sabido apaciguar. Ahora lo ve como una flamita larga y tersa que mantiene firme su plasma durante toda la mecha. Yo no voy a negar que ese hombre pudo cambiar, que dejó de salivar como un perro cada que alguien le discutía algo (qué estás mirando, pendejo). No lo voy a negar porque todos, de alguna manera, hemos querido ser mejores personas para alguien que decimos amar.

Y me apena (en realidad me enferma) que muchos hombres seamos como él, un Vicente que lastima a personas con golpes no necesariamente físicos. Que muchos hombres estemos copipasteados del mismo archivo (Big data de las chingaderas, con pene y excusas de diferentes tamaños). Entonces, no estaría tan mal ahora que lo pienso: juntarnos los hombres de nuestra calaña para hacer un club de la pelea en el que nos autoexterminemos por culeros.